Otoño es una época en la que más se cae el cabello. Cada día es mayor el número de mujeres españolas afectadas y preocupadas por la aparición de síntomas de debilitamiento capilar
El ciclo normal de crecimiento del cabello dura entre 2 y 3 años, período durante el cual cada pelo crece aproximadamente un centímetro por mes. Y como parte de este ciclo, es normal que se caiga cabello todos los días; sin embargo, algunas personas pueden experimentar una caída excesiva (más que lo normal), que bien puede afectar a hombres, mujeres y niños.
Centrándonos en el sector femenino, resulta interesante que nos hagamos eco de un estudio sobre pérdida de cabello llevado a cabo por Estresa Comunicación. Investigación cuantitativa realizada a mujeres españolas de entre 20 y 60 años que muestra una preocupación creciente de este tipo de público por la caída o el debilitamiento del cabello.
La problemática no es residual, no en vano afecta (siempre según el estudio citado) a casi el 90% de la población femenina española, porcentaje que padece o ha padecido en alguna ocasión la pérdida o debilitamiento del cabello por diversas circunstancias que, como decimos, poco o nada tienen que ver con la edad. Más de la mitad de las mujeres encuestadas (54%) la ha sufrido en momentos puntuales de su vida, y más de un tercio (35%) la padece de manera constante al menos desde hace un año.
Más adelante abordaremos las distintas causas de un problema que, en mayor o menor medida, contiene elementos estéticos de enorme importancia a la luz de la consideración de las encuestadas. Sin embargo, su percepción en torno a una más que probable incidencia de la dieta en la aparición de los primeros síntomas capilares es abrumadora. Hasta el 87% de las mujeres españolas opina que la alimentación tiene una relación directa con la salud del cabello, aunque las consecuencias están más repartidas: fragilidad o debilitamiento del pelo, escaso brillo, la paulatina caída del mismo…
(Ladillo 01): Las causas
La enfermedad del siglo XXI, el estrés (y derivados como la ansiedad), aparece como el principal desencadenante de la caída y/o el debilitamiento del cabello, en base a las respuestas aportadas por la población encuestada en el estudio. Le siguen de cerca los problemas de salud (atribuibles en numerosas ocasiones a deficiencias nutricionales) y otras fuentes de maltrato capilar como tintes de pelo, secadores, sobreexposición al sol, etc. Los tres grupos (estrés, problemas de salud y otros) se reparten en porcentajes similares rondando el tercio de encuestadas, pero las diferencias aumentan si desglosamos las causas en subgrupos o aspectos más concretos.
Así, el estrés (29%), los tintes y productos para el cabello (13%), las deficiencias nutricionales y los malos hábitos de secado y cepillado (ambas con un 12%) se erigen en factores determinantes a la hora de padecer un debilitamiento capilar. En menor medida, los períodos de embarazo y posparto, problemas circulatorios y de salud, la menopausia y la sobreexposición a los rayos solares. No deja de ser reseñable, por otra parte, el 14% de mujeres españolas que desconocen o dicen ignorar cuáles pueden ser las causas de su problema.
La excesiva importancia que la sociedad hoy otorga a la imagen femenina se convierte, además, en un arma de doble filo, en tanto en cuanto provoca cambios de actitud, comportamientos, hábitos y severos complejos en aquellas personas que padecen caída del cabello. Si bien la cuarta parte de las mujeres objeto de estudio aseguran no verse afectadas por este problema, casi un tercio (31%) reconoce alteraciones en su estado de ánimo y también en su autoestima. Tristes, avergonzadas, inseguras… Más de un 10% admite recurrir a determinados peinados, o incluso accesorios varios, para ocultar calvas o zonas con importante pérdida de pelo. La belleza y la femineidad se ven igualmente “atacadas”, así lo percibe al menos un 23% de mujeres que se ven a sí mismas menos atractivas y femeninas.
De hecho, una mayoría cualificada (54% frente a 46%) cree que la pérdida de cabello es un tema tabú del que prefieren no hablar, y al cual la sociedad tampoco presta toda la atención que se merece. Una evitación que afectaría más a las mujeres (57%) que a los hombres (25%), hasta el punto de que una cuarta parte de las encuestadas considera que les afecta única y exclusivamente a ellas. Tan sólo un 11% ve al hombre como única víctima de esta postura social evitativa.