La dermatitis atópica se caracteriza principalmente por la existencia de prurito intenso, lo que conlleva la existencia de lesiones de rascado
Puede aparecer a cualquier edad aunque es mucho más frecuente en los niños. Se estima que la dermatitis atópica afecta aproximadamente al 18% de la población infantil en los países desarrollados, prevalencia que parece ir en aumento en los últimos 30 años.
En el lactante suele comenzar entre el 4º y 6º mes de vida y es relativamente frecuente su desaparición de manera espontánea entre los 3 y los 5 años de edad. En los niños mayores, la dermatitis aparece generalmente entre los 3-6 años. En los adultos puede presentarse como un cuadro eccematoso de aparición alrededor de los 20 años, o bien ser una continuación de una dermatitis iniciada en la infancia (a pesar de que se resuelve hasta en el 50% de los casos al llegar a la adolescencia) y supone un importante problema sociosanitario. Puede afectar a las personas, siendo más frecuente en el sexo femenino, de cualquier raza; y se presenta más a menudo en las clases socieconómicas altas, así como en las grandes ciudades, posiblemente por una mayor exposición a estímulos capaces de desencadenar el cuadro.
En realidad, la dermatitis atópica no es más que la expresión de la atopia. Lo que sucede es que no es fácil definir la atopia, ni comprender el concepto en toda su extensión. Se caracteriza por la existencia de una triada clásica: asma, rinoconjuntivitis y dermatitis, aunque en realidad sus manifestaciones pueden ser muy variadas.
Respecto a la sintomatología la dermatitis atópica es una enfermedad crónica que evoluciona por brotes. El síntoma guía es el prurito, suficientemente severo como para impedir el descanso nocturno. La mayoría de las manifestaciones acompañantes son secundarias al rascado (liquenificación, prurigo, dermatitis exfoliativa, impetiginización, etc.).
En cuanto al diagnóstico no existen pruebas de certeza basadas en analíticas o biopsia o pruebas de imagen por lo que es necesario recurrir a criterios clínicos:
- El diagnóstico de sospecha se basa en la edad de aparición de las lesiones, la distribución de las mismas y, en ocasiones, también la presencia de IgE elevada y de eosinofilia.
- El diagnóstico diferencial debe efectuarse con otras enfermedades inflamatorias de la piel como la dermatitis seborreica, la dermatitis del pañal, eccemas asociados a otras enfermedades, histiocitosis X, fenilcetonuria, psoriasis, neurodermitis, otros procesos que produzcan liquenificación cutánea, acrodermatitis enteropática, e incluso enfermedades sistémicas que cursen con prurito, como alteraciones tiroideas, fracaso hepático o renal, linfomas, etc.
La mayoría de las complicaciones que pueden presentar estos enfermos están en relación con una especial susceptibilidad a padecer infecciones bacterianas (impétigo, foliculitis, etc.) o también víricas (erupción variceliforme de Kaposi, eccema herpético).
A su vez, existe una serie de patologías relacionadas con la existencia de dermatitis atópica. Entre estas debemos citar asma, rinitis, queratocono, ictiosis, urticaria, jaqueca, vitíligo, etc.
Las claves para conseguir un tratamiento eficaz se basan en evitar las infecciones y limitar el prurito. Todos nuestros esfuerzos van encaminados a tratar la xerosis, el prurito, la inflamación y la infección, si ésta aparece. El paciente debe saber que es fundamental no rascarse, de manera que se rompa el círculo prurito-rascado-erupción-más prurito-más rascado.
Desafortunadamente, los tratamientos existentes en la actualidad no son todo lo eficaces que sería deseable. Como norma, en las fases agudas y subagudas se utilizan corticoides tópicos y ocasionalmente sistémicos. Las infecciones se tratan con antibioterapia por vía sistémica.
Decálogo de consejos al paciente elaborado por el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos:
- Se recomienda evitar en la medida de lo posible aquellos factores que pudieran desencadenar un brote de dermatitis atópica, como temperatura excesiva, humedad escasa o contacto con ciertos tejidos, como lana o seda.
- La exposición de las zonas dañadas al sol podría resultar beneficiosa, siempre y cuando el paciente no esté siendo tratado con antihistamínicos orales o tópicos.
- Por regla general, no se considera necesario evitar el consumo de determinados alimentos, si bien algunos de ellos, como las fresas, marisco o las bebidas estimulantes podrían favorecer el prurito. Sólo se evitarán estos alimentos en el caso de que se compruebe que su consumo empeora los síntomas de la enfermedad.
- Se debe evitar el rascado de las lesiones, ya que puede dar lugar a lesiones más importantes e incluso a infecciones dérmicas. En los niños pequeños, es aconsejable cortarles las uñas para evitar que se lesionen la piel al rascarse.
- Se recomienda aislar las lesiones dérmicas con ropa o guantes ligeros, que no aprieten y permitan la transpiración. El algodón es uno de los tejidos más adecuados para pacientes con dermatitis atópica.
- Los tratamientos con medicamentos no sustituyen la necesidad de un adecuado cuidado de la piel.
- Se recomienda que los pacientes con dermatitis atópica se bañen con agua templada, durante unos 20 minutos. La adición de sustancias emolientes, como la avena, al agua del baño podría mejorar el estado de la piel.
- Se aconseja emplear un jabón de pH ligeramente ácido, y sin agentes irritantes.
- Tras el baño, se procederá a secar la piel sin frotar, con la ayuda de una toalla suave, y se aplicará una crema emoliente, siendo especialmente recomendables las que contienen en su composición ácidos grasos omega.
- Existen fármacos como los corticoides y los inmunosupresores que se han mostrado eficaces para eliminar los síntomas de las crisis. Sin embargo, deben seguirse las recomendaciones del médico y/o del farmacéutico para que su uso se haga con las mayores garantías de seguridad posibles, especialmente en cuanto a la dosis.