Cada semana, las farmacias españolas reciben cerca de 200.000 consultas sobre los cuidados de la piel, lo que supone un total de diez millones al año. Expuesta a las inclemencias de la intemperie y especialmente vulnerable al paso del tiempo, la piel es el órgano más extenso del cuerpo, y requiere de una serie de cuidados específicos que garanticen su buena salud.
En palabras de la doctora Aurora Garre, asesora médica de Laboratorios Cinfa, “no sólo es importante cuidar nuestra piel por razones de estética. Entre otras funciones, este órgano proporciona una barrera frente a los productos químicos nocivos, el calor y el frío, los microorganismos dañinos y las radiaciones solares. Además, nos ayuda a mantener el balance hídrico del organismo y una correcta percepción del tacto, la presión, la temperatura y el dolor, a través de sus receptores”.
La piel está formada por tres capas diferentes. La externa, la epidermis, “constituye la verdadera cubierta de protección contra influencias ambientales como las toxinas, las bacterias y la pérdida de fluidos”, indica la experta de Cinfa. “La dermis, diez veces más gruesa que la epidermis, es el tejido de sostén de la piel y responsable de su elasticidad y fortaleza. Y por último, la hipodermis protege el tejido muscular absorbiendo los impactos gracias a las aglomeraciones en forma de ‘almohadilla’ de unas células de grasa llamadas adipocitos. Éstas también aíslan el cuerpo del frío y del calor, y almacenan importantes nutrientes”, añade.
Diferencias entre tipos de piel
El tipo de piel de cada persona está determinado, sobre todo, por el tipo de fluido que las glándulas sudoríparas y sebáceas que la componen segregan para mantenerla húmeda. Si esta secreción es más bien acuosa, estaremos hablando de una piel seca o normal, mientras que, si es oleosa, se tratará de una piel grasa.
Cada uno de estos tipos de piel requiere de unos cuidados específicos. También la edad, el sexo, los factores ambientales y la fisiología de cada persona resultan factores determinantes. Además, ante problemáticas como el acné, la hipersensibilidad, el envejecimiento o patologías como la atopia, estos cuidados deben ampliarse. Existe una serie de recomendaciones que deben aplicarse a cualquier tipo de piel.
10 claves para mantener y lucir una piel saludable
Transformar en un hábito la higiene diaria del rostro. Es fundamental limpiar la piel del rostro dos veces al día –por la mañana y antes de acostarnos-, con el fin de eliminar toxinas y maquillaje. Para que esta limpieza sea efectiva y no agresiva, debemos utilizar productos específicos para el rostro.
Nutrir la piel en profundidad. La hidratación constituye otra de las claves de una piel sana y elástica, no sólo en el rostro, sino en todo el cuerpo. Para hacerlo correctamente, hay que elegir leches hidratantes que se adapten a nuestro tipo de piel y aplicarlas diariamente mediante suaves masajes.
Beber agua de manera abundante. El agua mantiene la piel hidratada y nos ayuda a eliminar toxinas. Por si fuera poco, contiene nutrientes, vitaminas y minerales excelentes para la piel como el calcio, el magnesio y el sodio. El truco está en ingerir líquidos regularmente y sin esperar a tener sed.
La edad influye. Las necesidades de la piel evolucionan con la edad: si es joven, demanda sobre todo hidratación y fotoprotección. Y conforme vamos cumpliendo años, debemos dedicarle más tiempo, cuidados antioxidantes y una buena dosis de nutrición.
Ellos también. El cuidado de la piel no es una cuestión exclusivamente femenina. Una piel luminosa es signo de buena salud y la población masculina también debe ser consciente de la necesidad de hidratar, nutrir y proteger del sol la piel, especialmente la del rostro.
Fotoprotección durante todo el año. No sólo en verano debemos resguardar la piel de las radiaciones solares; también es necesario tomar precauciones el resto del año y en zonas de montaña. Junto a los correspondientes fotoprotectores de alta graduación, serán bienvenidas gafas de sol, gorros y sombreros. Las zonas de la cara donde más frecuentemente aparecen las lesiones provocadas por el sol son la nariz y los labios, por lo que deberemos prestar especial atención para aplicar el fotoprotector y utilizar un protector labial con SPF alto.
Vigilar la aparición de manchas. Frecuentemente producidas por una incorrecta exposición al sol, hemos de mantenernos alerta frente a las pigmentaciones de la piel, con el fin de evitar su extensión u oscurecimiento. Sobre todo, no olvidemos que no existe mejor medicina que una buena prevención. También hay que prestar atención a las pecas y lunares, y, en caso de percibir variaciones importantes en su tamaño o color, acudir a un dermatólogo.
Mima tus manos. La delicada piel del dorso es una de las partes del cuerpo que más refleja la edad. Y al estar tan expuestas al sol, hay que hidratar y proteger nuestras manos constantemente.
Cuello y escote también existen. Y su piel es muy fina y está muy expuesta a las agresiones del entorno. Limpieza, hidratación, nutrición y fotoprotección constituyen de nuevo las claves para que esta parte de nuestro cuerpo se mantenga elástica y firme.
Tomar precauciones con piercings y tatuajes. Si decidimos realizarnos uno, siempre deberemos hacerlo en establecimientos que cumplan estrictas medidas de higiene, para evitar infecciones y otras complicaciones. Además, deberemos realizar todos los cuidados posteriores para que el tejido cicatrice de manera adecuada.