La desnutrición relacionada con el envejecimiento constituye un problema social y sanitario de elevada prevalencia y altos costes. Una de cada tres personas mayores se encuentra en riesgo nutricional. Si bien es cierto que la desnutrición puede afectar a personas de todas las edades, el envejecimiento se asocia a un riesgo hasta tres veces mayor de presentar desnutrición. Sin duda, la desnutrición —con consecuencias físicas y de calidad de vida de largo alcance— tiene un gran impacto social y económico en nuestra sociedad.
Una realidad muy cercana
Más allá de las patologías asociadas con la edad, hay varios factores asociados al envejecimiento, de carácter biológico (problemas de masticación, deglución, digestivos…) o de orden psicosocial (dificultades para hacer la compra y cocinar, pérdida de apetito, falta de interés por la comida, soledad, depresión…) que explican que cerca del 35% de la población anciana que vive en casa está en riesgo nutricional y que un 7% está desnutrido.
Cabe destacar, además, que los requerimientos nutricionales de las personas mayores son mucho más exigentes de lo que puede parecer. A igual peso corporal, un anciano necesita un 25% más de proteína que un adulto. Los problemas de salud asociados a la edad (falta de piezas dentales, disminución del gusto y el olfato, saciedad precoz…) conllevan que un elevado porcentaje de personas mayores no cumpla la ingesta proteica recomendada. Cuando la cantidad óptima no se alcanza, las consecuencias son múltiples: riesgo de pérdida de masa muscular (deterioro funcional y dependencia), alteraciones en la función inmune (riesgo de infecciones), mala cicatrización de heridas, etc.
En un anciano, un estado nutricional insuficiente se asocia a complicaciones potencialmente severas que afectarán a su calidad de vida. Cuando la dieta no cubre las necesidades de energía, proteínas y otros nutrientes se desarrolla una situación de riesgo nutricional con pérdida involuntaria de peso. Ésta deriva, finalmente, en un cuadro que genera efectos adversos medibles que implican alteraciones funcionales o clínicas, y que pueden cursar con empeoramiento de enfermedades crónicas y afectación de su calidad de vida.
La desnutrición representa un alto coste social y sanitario
La desnutrición relacionada con la enfermedad constituye un problema sanitario de elevada prevalencia y altos costes. Afecta a unos 30 millones de personas en Europa y conlleva un coste asociado de unos 170.000 millones de euros anuales. En España, según los datos del estudio Predyces, el 23% de los pacientes ingresados en nuestros hospitales está en riesgo de desnutrición. Los pacientes mayores de 70 años presentan riesgo nutricional significativamente más elevado que los adultos menores de 70 (37% frente al 12,3%).
De hecho, como resultado de la prevalencia de desnutrición relacionada con la enfermedad y del uso de recursos sanitarios asociados a la misma, el sistema nacional de salud español afronta un coste superior a los 1.100 millones de euros al año.
«Ante el envejecimiento constante de la población y, consecuentemente, el aumento de enfermedades crónicas en este colectivo, estamos dispuestos a desempeñar un rol activo en la lucha contra la desnutrición de los ancianos», comenta Miquel Layola, responsable del Departamento Médico de Nestlé Health Science España. «Nuestro objetivo es mejorar la calidad de vida de nuestros mayores con una nutrición lo más personalizada posible y, en consecuencia, mejorar la sostenibilidad del sistema sanitario español», concluye Layola.