La piel es el órgano más grande del cuerpo humano. Actúa comobarrera protectoradel organismo frente a agresiones mecánicas, microorganismos patógenos, protege del calor y del frío manteniendo la temperatura corporal (función termorreguladora) y nos permite comunicarnos con el entorno, al ser uno de los principales órganos sensoriales. Por todo ello, es trascendental cuidarla bien
Por Isabel Rodríguez Tejonero, Doctora en Farmacia. Servicio de Información Técnica del COFM
Las bajas temperaturas afectan más de lo que pensamos a nuestra piel, sobre todo a la del rostro. El frío causa vasoconstricción local sobre la piel y esto hace que llegue menos cantidad de oxígeno y nutrientes a las células epidérmicas, la secreción de grasa disminuya y el agua de la epidermis se evapore fácilmente, por lo que la piel queda áspera y tirante.
La xerosis o sequedad cutánea es la alteración más común que puede padecer la piel durante los meses de invierno, aunque también aparecen otras afecciones derivadas de la exposición al frío, como los sabañones, y se reactivan ciertas enfermedades, como la dermatitis atópica, la psoriasis y el acné, que normalmente habían mejorado con la exposición solar en verano. Por otra parte, se pueden producir quemaduras solares en aquellas personas que practican deportes de invierno, como el esquí o el snowboard.
Recomendaciones para cuidar nuestra piel durante los meses de frío
– Es fundamental proteger la piel con bufandas, guantes, gorros, orejeras e, incluso, gafas de sol para preservar nuestros ojos. Vestir con ropa y calzado que abrigue, pero que sea transpirable; mejor ropa de algodón que las fibras sintéticas.
– Dieta saludable, rica en frutas y verduras, que nos proporcionan vitaminas y minerales. Numerosos estudios han demostrado cambios visibles en la piel al eliminar de la dieta azucares, grasas saturadas y alimentos procesados. Además, se aconseja reducir el consumo de alcohol (deshidrata la piel) y tabaco (provoca vasoconstricción), beber abundante agua (mínimo 1,5 o 2 litros al día) o aumentar la ingesta de sopas e infusiones, que también pueden favorecer la hidratación y son más apetecibles en esta época.
– Mantener unas mínimas horas de descanso. Los procesos de recuperación y reparación de la piel tienen lugar mientras se duerme, sobre todo en la primera fase del sueño.
– Limpieza de la cara por la mañana y por la noche, empleando geles limpiadores suaves y testados dermatológicamente, como leches desmaquillantes o agua micelar.
– Baños y duchas de agua tibia, ya que el agua caliente puede secar aún más la piel. Usar jabones suaves (algunos tensioactivos, como el lauril sulfato de sodio, pueden resultar irritantes), ricos en lípidos y con pH ligeramente ácido para mantener el manto lipídico de la piel. Mejor secarnos sin frotar en exceso la piel, dando toques suaves con la toalla, secar bien entre los dedos de manos y pies, en las axilas, en las ingles, corvas y justo debajo de las rodillas
– Aunque la exfoliación es necesaria para deshacernos de las células muertas e impurezas, activar la circulación y oxigenar la piel, no se debe abusar de los tratamientos exfoliantes porque lograremos el efecto inverso, dado que la piel se defiende engrosando la capa cornea; lo normal es una vez por semana o cada diez días.
– Aplicar una vez a la semana mascarillas hidratantes y regeneradoras después de una limpieza profunda.
– Aplicar sobre el rostro y el cuello por la mañana una crema más hidratante que nos proporcione una protección frente al frío y frente a los rayos UVA y UVAB (factor de protección solar), aunque no veamos el sol, y por la noche una más nutritiva adaptada a nuestro tipo de piel. Los compuestos hidratantes evitan la deshidratación ayudando a incorporar agua; los humectantes controlan la pérdida de agua contenida en la piel formando una capa protectora, atraen y retienen el agua (glicerina, ácido hialurónico), y los emolientes suavizan, flexibilizan y mejoran los signos de sequedad de la piel (aceite de jojoba, manteca de karité).
– En invierno se aconseja utilizar maquillajes en crema, que tienen en su composición lípidos que protegen la piel, a diferencia de los productos en polvo. Conviene usar productos con texturas calmantes, regeneradoras y antiinflamatorias que ayudan a reducir la irritación y tirantez de la piel.
– Extremar el cuidado de los labios, utilizar de forma frecuente bálsamo labial para prevenir la aparición de grietas y evitar lamerse los labios, ya que, aunque la saliva en un principio puede aliviar la sensación de deshidratación, en cuanto se seca empeora el problema.
– Utilizar complejos hidratantes específicos para el contorno de ojos, ya que la piel en esa zona es muy fina y delicada.
– Emplear crema hidratante de manos varias veces al día, ya que las manos son una de las partes del cuerpo más sensibles al frío, provocando rojeces, sensación de ardor, picor e incluso grietas y ampollas.
– Evitar en lo posible los cambios bruscos de temperatura que se producen al entrar y salir de diferentes ambientes, ya que hace que los capilares sanguíneos se contraigan y dilaten bruscamente. Esto puede provocar la ruptura de alguno de ellos y, como consecuencia, la aparición de unas venillas de color rojo oscuro, fundamentalmente en la nariz y los pómulos. Los pacientes con rosácea deben tener especial cuidado por el riesgo de empeorar por esta circunstancia.
– No es adecuado mantener altas temperaturas en el interior de casa, mejor por debajo de 22ºC. Las calefacciones provocan sequedad en el ambiente y en la piel, pero se puede evitar empleando humidificadores en casa.
– Ancianos, niños, embarazadas y personas con situaciones fisiológicas o patológicas concretas necesitarán cuidados especiales para cuidar su piel.