La bajada de temperaturas empeora los síntomas de los niños con dermatitis atópica o eccema atópico, según advierte la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP). El frío seco, los cambios bruscos de temperatura y las calefacciones altas “empeoran las condiciones de los menores afectados por esta patología al propiciar la deshidratación de la piel”, asegura la doctora Elena Alonso, vicepresidenta de SEICAP. La dermatitis atópica es una enfermedad crónica que afecta a un 20% de la población infantil en los países industrializados, según un estudio publicado este mes en British Journal of Nursing.
Factores como la temperatura, el grado de humedad y la contaminación ambiental también pueden influir en el curso clínico de esta patología. “El frío seco deshidrata la piel y es durante el invierno cuando empeora el niño atópico”, apunta la doctora Alonso, que precisa que la mayoría de menores padece más brotes en los meses fríos. Por otro lado, los cambios de temperatura habituales en esta época del año “aumentan el prurito, el rascado y la aparición de lesiones propias de la dermatitis atópica”, comenta.
Además, abrigar en exceso a los niños “puede provocar sudoración y agravar los síntomas y hay que prestar atención al roce de las prendas de ropa con la piel, porque puede desencadenar brotes”, comenta esta pediatra alergóloga. Por su parte, las altas temperaturas de las calefacciones “aumentan la sequedad de las estancias interiores y esto también incide en el empeoramiento de los niños porque facilitan que la piel se reseque en exceso”, asegura. También se deben airear las estancias y aumentar la humedad de las habitaciones con recipientes con agua en los radiadores. Esta especialista advierte de que “no se debe abusar de los humidificadores porque, incluso, pueden ser negativos”.
La dermatitis atópica es la enfermedad de la piel más frecuente en niños y suele manifestarse a partir de los cuatro meses de edad”, explica la doctora Alonso. Entre sus síntomas se encuentran “sequedad, aparición de rojeces e inflamación, descamación, prurito o picor”, añade. El estado inflamatorio asociado causa una hiperreactividad de la piel, “que hace que ésta responda ante la presencia de estímulos como el frío, los cambios de temperatura, determinadas ropas, jabones, sudoración, etc.”, expone. Entre sus causas, la más identificable es la alergia, “que actúa muy a menudo también como desencadenante o como síntoma asociado a la dermatitis. Algunas de las más habituales son las alimentarias o las provocadas por sustancias ambientales”, comenta. Entre las primeras, la patología más común asociada es la alergia al huevo aunque también puede asociarse a alergia a leche, los frutos secos, los pescados o las legumbres. Entre los alérgenos ambientales destacan los ácaros y pólenes, los hongos y la caspa de animales.
Además, la dermatitis atópica suele ir vinculada a distintas manifestaciones alérgicas como el asma, según indica un estudio italiano publicado este mes en la revista The journal of asthma: oficial journal of the Association for de Care of Asthma. Se investigaron los riesgos de sufrir asma en edad escolar en niños con diagnóstico temprano de dermatitis atópica. Un 39% de los menores lo desarrollaron entre los dos y tres años de edad.
Debido a la prevalencia de esta enfermedad, que altera la calidad de vida de los niños y sus familias, la SEICAP recomienda una serie de acciones preventivas: mantener la piel bien hidratada; tomar baños o duchas con agua tibia; secar al niño sin frotar la piel; usar prendas de algodón y evitar cualquier tejido que pique, como la lana; y prestar atención a las uñas, deben estar cortas y limpias para evitar lesiones y su sobreinfección en caso de rascado.
Diagnóstico y tratamiento
Los pediatras alergólogos recomiendan asistir a un especialista en cuanto haya sospecha relacionada con la aparición de los síntomas. Un diagnóstico riguroso evaluará “la sintomatología, su duración, antecedentes personales o familiares, y hallazgos en la exploración del paciente”, afirma la doctora Alonso. Además, añade, “es muy importante descartar otras enfermedades con las que se pueda confundir”.
Un correcto diagnóstico servirá para indicar el tratamiento adecuado a cada caso. “El tratamiento de rescate implica el uso de antihistamínicos y soluciones tópicas. Además, para controlar el brote puede ser necesaria la aplicación de cremas hidratantes o con medicamentos como los inmunomoduladores, que disminuyen la inmunidad, y los corticosteroides”, concluye.