La OMS recomienda la lactancia materna de forma exclusiva durante los primeros seis meses de vida del bebé para, a continuación, introducir alimentación complementaria adecuada y seguir con la lactancia materna hasta los dos años o más
La llegada de un bebé a este mundo supone, sin duda, una de las experiencias más maravillosas de la vida, aunque puede plantear interrogantes y preocupaciones sobre las pautas a seguir con ese pequeño ser que acaba de llegar a nuestras vidas. Una de ellas, quizá la más importante, tiene que ver con la correcta nutrición del bebé, es decir, con la necesidad de proveer de todos los nutrientes necesarios al pequeño para que crezca fuerte y sano. Y es que una nutrición adecuada durante la infancia y niñez tempranas es fundamental para el pleno desarrollo del potencial humano de cada niño.
La primera cuestión a resolver tiene que ver con la lactancia materna. Y sin duda, un correcto aprendizaje por parte de ambos en los primeros días de vida del bebé puede convertir el periodo de lactancia en una experiencia de lo más gratificante para madre e hijo. Si existe la intención de dar pecho al bebé, lo ideal es que acudir a la consulta del pediatra o pedir consejo en alguna de las organizaciones que trabajan en la protección y promoción de la lactancia materna, considerada el método óptimo de alimentación infantil, por sus ventajas nutricionales, emocionales e inmunológicas, y la forma natural de alimentar a los bebés.
La Organización Mundial de la Salud, por su parte, considera que los dos primeros años de vida del bebé suponen una “ventana de tiempo crítica” para la promoción del crecimiento, la salud y el desarrollo óptimos. Es la edad crítica en la que ocurren fallas de crecimiento, deficiencias de ciertos micronutrientes y enfermedades comunes de la niñez como la diarrea. Después de que un niño alcance los dos años de edad, es muy difícil revertir la falla de crecimiento ocurrida anteriormente.
Según las recomendaciones actuales de las Naciones Unidas, los lactantes deben ser amamantados exclusivamente durante los primeros seis meses de vida. A partir de ahí, introducir alimentación complementaria adecuada y continuar con la lactancia materna hasta los dos años o más.
Recientemente, el Nestlé Nutrition Institute ha organizado una jornada científica sobre la importancia de la alimentación y nutrición en los 1.000 primeros días y su impacto en la salud a largo plazo, con la participación de destacados expertos nacionales e internacionales en los campos de la obstetricia, neonatología, gastroenterología, pediatría ambulatoria y nutrición en general.
Para el Dr. Gerardo Rodríguez, profesor titular de Pediatría del Hospital Clínico de Zaragoza, “las proteínas son el nutriente más importante para un crecimiento y desarrollo saludable. En la etapa lactante, cuando la lactancia materna no sea posible, los componentes proteicos de las leches de fórmula deben parecerse lo más posible a la leche materna. La leche humana tiene menor cantidad de proteínas que el resto de especies. Un exceso de proteínas en la etapa lactante provoca sobrecarga renal y un mayor riesgo de sobrepeso a largo plazo”.
Por su parte, en opinión de la doctora Enriqueta Román, Jefa de Pediatría del Hospital Puerta de Hierro de Madrid, “dado el incremento de la frecuencia de la enfermedad alérgica infantil, la nutrición durante los primeros 1000 días se presenta como una herramienta muy destacable para prevenir enfermedades.
La leche materna es el alimento ideal para prevenir las alergias. Cuando la lactancia materna no sea posible, son muchos los beneficios de las fórmulas con proteínas séricas parcialmente hidrolizadas en la alimentación de los bebés y su efecto protector en alergias y dermatitis atópica”.