A pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda una ingesta diaria de 5 gramos de sal como máximo, los españoles prácticamente doblamos esta cantidad.
Si se redujese el consumo de este aditivo, disminuiría el riesgo de hipertensión arterial y, por tanto, de enfermedad cardiaca y cerebrovascular.
Debemos recordar que estas enfermedades son las principales causas de muerte en los países desarrollados donde prima una dieta rica en sal y en grasas.
En España, de hecho, la hipertensión arterial es el principal factor de riesgo para sufrir un infarto o un ictus, llegando a afectar a 1 de cada 3 adultos, según el último Estudio de Nutrición y Riesgo Cardiovascular en España (ENRICA).
El consumo excesivo de sal influye además en el sobrepeso y la obesidad, pues exige una ingesta posterior de bebidas azucaradas, lo que supone un riesgo para el cáncer gástrico.
Según un estudio de AESAN, los españoles consumimos 9,8 gramos de sal al día, el doble de lo que se recomienda.
Para combatir el uso desproporcionado de este aditivo se recomienda reducir su aporte en las comidas, utilizar saleros con agujeros más finos, adquirir productos bajos en sal, prestar atención a las etiquetas de los alimentos procesados y, sobre todo, acostumbrar a nuestro paladar a un uso regulado de la sal, pues su disminución en nuestra dieta afectará también al sabor.