La lactancia materna no siempre es posible por diferentes motivos. Por eso, existen en el mercado una serie de leches infantiles que cubren perfectamente las necesidades nutricionales del bebé en cada etapa evolutiva.
La leche cumple una función esencial en las primeras etapas evolutivas del bebé y aunque la Organización Mundial de la Salud recomienda la lactancia materna, en exclusiva, durante los seis primeros meses de vida, complementada después con otros alimentos adecuados a la edad del bebé, hasta los dos años o más, lo cierto es que, en muchas ocasiones, la lactancia materna no es una opción posible por motivos de salud o de trabajo, entre otras circunstancias que afectan a la situación personal de cada cual. Cada madre y cada bebé son diferentes y únicos y partiendo de la base de que una madre siempre va a querer lo mejor para su bebé, conviene recordar que todas las decisiones son respetables.
Afortunadamente, cuando los niños empiezan a abandonar la lactancia materna o en los casos en los que la madre deja de proporcionarla por los motivos que sean, existen en el mercado una serie de leches de fórmula pensadas para cubrir con total garantía las necesidades del bebé en esos primeros años de vida en los que su organismo no está preparado aún para procesar la leche de vaca normal, rica en proteínas y grasas saturadas. Eso sí, a pesar de que cada uno de estos tipos de fórmulas infantiles está indicado para una etapa concreta del desarrollo, lo ideal es que sea el pediatra quien establezca el momento ideal para pasar de un tipo de fórmula a otra, pues es él quien mejor conoce el estado madurativo de tu bebé y quien mejor puede aconsejarte sobre su alimentación.
Así, existen leches infantiles adaptadas a cada etapa evolutiva del bebé que pueden presentarse de forma líquida, listas para usar, aunque las más populares y utilizadas son las leches en polvo.
Tres etapas
En primer lugar, hablaremos de las leches de inicio, también llamadas de tipo 1. Son lo más parecido a la leche materna y por eso, están destinadas a la alimentación de los lactantes desde los primeros días tras su nacimiento hasta la introducción de la alimentación complementaria. Teniendo en cuenta que son el único alimento del bebé en esos primeros meses de vida, son leches muy completas, elaboradas a base de proteínas, hidratos de carbono, grasas, vitaminas y minerales.
A partir de los seis primeros meses de vida, aproximadamente, aunque en ocasiones el pediatra puede recomendar seguir con la leche de iniciación hasta el año, el bebé puede empezar a consumir leches de continuación, o de tipo 2, un paso intermedio necesario antes de pasar a la leche de vaca. Su consumo suele iniciarse cuando ya se ha introducido la alimentación complementaria, es decir, cuando ya se incluyen nuevas fuentes de nutrientes en la alimentación del bebé (cereales, frutas…) aunque la leche siga siendo una parte muy importante de su dieta diaria.
A partir de ahí, existe una tercera gama de productos que se conoce como leches de crecimiento o de tipo 3. Están indicadas para la alimentación de los niños de corta edad, entre 1 y 3 años. También éstas son un producto de transición entre las leches de continuación y la leche de vaca, y por lo tanto presentan una composición intermedia entre las mismas. Resultan una excelente alternativa a la introducción precoz de la leche de vaca pues tienen un menor contenido en grasas saturadas y una concentración de proteínas y minerales más ajustada al grado de maduración del sistema renal y digestivo del bebé, a la vez que aportan una mayor cantidad de hierro.
La importancia de la higiene
Leches infantiles que, en definitiva, cuando la lactancia materna no es posible, representan una manera sana y segura de garantizar las necesidades nutricionales de tu bebé, aunque, evidentemente, existe una serie de recomendaciones generales de higiene a la hora de manipular y consumirlas. A continuación, resumimos las más importantes:
-Debemos lavarnos y secarnos bien las manos siempre que vayamos a preparar una leche de estas características, así como esterilizar todos los utensilios, tales como el biberón o la tetina, hirviéndolos durante cinco minutos, a fin de que queden libres de gérmenes e impurezas que puedan poner en riesgo un organismo tan delicado como el de los más pequeños.
-También es importante ajustarse a las dosis recomendadas por el fabricante, sirviendo cucharadas rasas y sin presionar ni compactar el polvo.
– Hay que asegurarse de agitar el biberón hasta que el polvo se diluya por completo y dar la leche al bebé de inmediato. Eso sí, ¡cuidado con la temperatura!
-Terminada la toma, debe tirarse la leche sobrante y limpiar bien los utensilios. De todos modos, tendrán que ser esterilizados de nuevo la próxima vez.
Fuente: OMS y Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica