Una flora intestinal dañada puede hacer que aparezcan en el sistema digestivo grupos particulares de bacterias patogénicas, lo cual puede afectar al sistema inmunitario
Nuestra salud depende principalmente de la salud de nuestro intestino. Ya lo de decía el padre de la medicina, Hipócrates (440-370 a.C.): “¡Todas las enfermedades comienzan en el intestino!”. El cuerpo humano es como un planeta que está habitado por una inmensa variedad y cantidad de microorganismos. Tenemos muchas más bacterias que células en el cuerpo, y nuestra salud depende en gran parte del equilibrio adecuado de estos microrganismos. La colonia más grande está ubicada en nuestro sistema digestivo. Un adulto sano convive en armonía con 1,5 a 2 kg de estos microorganismos. Sin ellos no podemos vivir. El tracto gastrointestinal está poblado por hasta 100 trillones de células bacterianas. Esto quiere decir que hasta el 90% del total de las células en el cuerpo humano son células bacterianas. Es lo que se denomina microbiota. Hasta el momento se han descubierto 2.000 especies de bacterias que se han clasificado como microbiota. Nuestra salud cerebral, intestinal, de piel y pulmones depende en gran medida del equilibrio de esta flora. Dentro de ella, hay bacterias patógenas y bacterias benéficas. Estas últimas están constituidas principalmente por bifidobaterias, lactobacterias, propionobacterias y algunas subespecies de E. coli, peptostreptococci y enterococci. Los bebés nacen con su intestino estéril.
En los primeros 20 días de la vida del bebé, la superficie de ese intestino virgen queda poblada por una mezcla de microbios, procedentes principalmente de su madre, a través del parto. Esta será su flora intestinal, y tendrá un impacto muy importante en la salud del niño y en el resto de su vida. La lactancia es también crucial, porque se sabe claramente que la flora de los lactantes alimentados con leche materna es diferente a la de los bebés alimentados con fórmula.
Un equilibrio delicado
En los adultos, factores como la dieta, el abuso de antibióticos o el estrés comprometen la calidad de la flora intestinal, lo cual puede ocasionar que 500 especies diferentes de patógenos y microbios oportunistas aumenten. Cuando la bacteria beneficiosa se destruye, los oportunistas crecen y ocupan gran parte del tracto digestivo. Existe evidencia clínica en pacientes con disbiosis intestinal (flora intestinal anormal) que señala que sus padres también la presentaban en un alto porcentaje. Los problemas de salud más comunes encontrados en estas madres fueron los digestivos, las alergias, la autoinmunidad, la fatiga crónica, el síndrome premenstrual, los dolores de cabeza y los problemas en la piel.
Las funciones de la flora intestinal son tan vitales para nosotros que si un día dicha flora quedara estéril, probablemente no sobreviviríamos. La primera y más importante función es la digestión apropiada y la absorción de los alimentos. Esto es lo que se puede observar en niños y adultos con dificultades de aprendizaje, problemas psiquiátricos y alergias. Muchos de estos pacientes están malnutridos; incluso en situación de aparente salud, si se realizan las pruebas oportunas, con frecuencia se descubren deficiencias nutricionales en muchos minerales importantes, vitaminas, ácidos grasos esenciales, muchos aminoácidos y otros nutrientes importantes para el desarrollo normal y las funciones del cerebro, del sistema inmune y del resto de funciones del cuerpo.
Nutrientes que el organismo no logra asimilar correctamente precisamente por esas disbiosis o deficiencias en la flora intestinal. Además de la absorción y digestión de los alimentos, la flora intestinal sintetiza varios nutrientes: la vitamina K, el ácido pantoténico, el ácido fólico, la tiamina (vitamina B1), la riboflavina (vitamina B2), niacina (vitamina B3), piridoxina (vitamina B6), cianocobalamina (vitamina B12), varios aminoácidos y proteínas. Las personas que sufren de disbiosis intestinal y que se han sometido a pruebas siempre presentan deficiencias en estos nutrientes. La experiencia clínica muestra que restaurar la flora intestinal es la mejor manera para tratar esas deficiencias.
Cuando no se absorben los nutrientes
Para tener una sangre saludable, el cuerpo demanda una cantidad de nutrientes como las vitaminas (B1, B2, B3, B6, B12, K, A, D, etc.), minerales (Fe, Ca, Mg, Zn, Co, Boro, etc.), aminoácidos esenciales y grasos. Los pacientes con disbiosis no solamente tienen problemas para absorber los nutrientes de los alimentos, sino que incluso su propia producción de muchos de estos en el cuerpo está dañada.
Por si fuera poco, las personas con su flora intestinal dañada generalmente tienen grupos particulares de bacterias patogénicas creciendo en sus intestinos, que además tienen predilección por el hierro (Actinomyces spp., Mycobacterium spp., especies patógenas de E. coli, Corinebacterium spp. y muchas otras). Éstas consumen el hierro que se encuentra en los alimentos y causan en la persona una deficiencia de este elemento esencial. Desafortunadamente, ingerir suplementos de hierro logra que la bacteria se fortalezca aún más, sin remediar la anemia.
Para tratar la anemia, las personas requieren de los nutrientes anteriormente mencionados, y muchos de éstos son producidos en la flora intestinal sana. Las bacterias beneficiosas que viven en el epitelio intestinal digieren los alimentos que llegan hasta ahí y los convierten en sustancias nutritivas para el revestimiento intestinal. Esa mucosa intestinal es la barrera más grande que nos separa del mundo exterior. Es ahí donde se previene la invasión de una mayor cantidad de bacterias y otros posibles invasores. Si esa barrera falla al cumplir su función, se ha visto que puede ser reparada por subespecies de bacterias como Lactococcus lactis W19. Pero si se altera la mucosa intestinal o si la flora está desequilibrada, existe riesgo de que aparezca el llamado ‘síndrome de intestino permeable con disbiosis intestinal’. Múltiples estudios han encontrado relación entre la salud del intestino y la aparición de enfermedades emocionales, alergias, alteraciones de piel, etc.
Dentro de las enfermedades de tipo cognitivo/emocional, destacan los trastornos del espectro del déficit de atención con y sin hiperactividad (TDA/TDAH), la dislexia, la dispraxia (dificultad para hablar), la depresión, el trastorno obsesivo-compulsivo, y otras condiciones psiquiátricas y trastornos neuropsicológicos en niños y adultos. De hecho, cuando se examina a pacientes con enfermedades mentales y del aprendizaje es frecuente encontrar también que están físicamente enfermos. Generalmente padecen trastornos digestivos, malnutrición, alergias, asma, eccema, cistitis crónica y cándida.
Sistema inmune
Una flora intestinal que funciona adecuadamente es la clave de un sistema inmune sano, porque son las bacterias beneficiosas del intestino las que aseguran una producción apropiada de las diferentes células inmunitarias. Hay dos ‘ejércitos’ principales en el sistema inmune: las Th1 y las Th2. Las Th1 (células T ayudante tipo 1) promueven la llamada inmunidad mediada por células, localizada en cualquier parte en la que el cuerpo tenga contacto con el mundo exterior. Su labor es luchar contra infecciones en las membranas mucosas, piel y células interiores. Es la primera y muy eficaz barrera ante cualquier infección en el cuerpo.
Cuando la flora corporal está dañada, esta parte de la inmunidad se hace menos eficiente y comienza a dejar pasar toxinas y microbios a través del organismo. El cuerpo responde activando el segundo ‘ejército’, las Th2 (células T ayudante tipo 2), que son las responsables de la inmunidad humoral o inmunidad de los líquidos del cuerpo, y que también intervienen en las reacciones alérgicas como asma, eccema, fiebre del heno y otras alergias.
En definitiva, los seres humanos necesitamos las células Th1 y Th2 en nuestro cuerpo, pero tienen que estar en equilibrio. El desequilibrio entre Th1 y Th2, de Th1 con baja actividad y Th2 hiperactiva, es un cuadro típico de infecciones virales crónicas, alergias, síndrome de fatiga crónica, candidiasis, asma, eccema, autismo y otras afecciones.
Todas estas enfermedades, aunque parecen muy diferentes, tienen una cosa en común: una disbiosis intestinal o una flora intestinal anormal, la cual es el mayor agente de desequilibrio entre las inmunidades Th1 y Th2.
Por lo tanto, el cuidado de la flora intestinal es fundamental para la salud en general, y muy especialmente en trastornos digestivos, psiquiátricos, neurológicos y alérgicos. Se incluyen aquí también las alergias alimentarias, que pueden mejorar sustancialmente con una dieta apropiada apoyada con la ingesta de probióticos. La experiencia clínica demuestra que una gran cantidad de alergias alimentarias mejoran cuando sana el intestino.
Suplementos para la flora
Aunque la dieta debería ser la principal estrategia terapéutica en pacientes con disbiosis intestinal, la evidencia clínica demuestra que los nutrientes de los alimentos no se absorben bien en estos pacientes. Por este motivo, en pacientes con problemas de salud como los mencionados anteriormente es prioritario apoyar el tratamiento con suplementos de probióticos específicamente dirigidos a restaurar la flora intestinal, además de ácidos grasos esenciales, enzimas digestivas, y vitaminas y minerales. Los probióticos son una herramienta muy útil, pero hay que conocer algunos aspectos antes de escogerlos. Cuando elegimos un probiótico, es vital que tenga varias cepas de bacterias y que lleguen intactas a donde deben actuar, evitando ser desactivadas por los ácidos del estómago. También las bacterias de muchas presentaciones en el mercado de probióticos son destruidas por condiciones del ambiente antes de ser consumidas por el paciente, por lo que se debe prestar especial importancia a la marca que se decide consumir. Para que un producto a base de probióticos sea eficaz, las bacterias necesitan estar en perfectas condiciones y ser activadas en su lugar de acción.
Dr. Jorge Enrique Angel Lic. en Medicina y Medical Advisor en Laboratorio Equisalud
Esta información ha sido elaborada con fines informativos y no intenta reemplazar el consejo o tratamiento médico. Antes de iniciar cualquier programa nutricional debe consultar con un profesional de la salud.