El crecimiento experimentado por este producto en comparación con otros del mismo segmento no es casual. Sin olvidar el carácter insustituible de la leche materna, el mercado de la alimentación infantil ofrece hoy alternativas de composición muy similar y orientadas, en algunos casos, a necesidades particulares de los más pequeños
La nutrición adecuada desde el primer día de vida permite favorecer un óptimo desarrollo del bebé y garantizar todos los nutrientes necesarios en su crecimiento. En este sentido, las autoridades sanitarias (entre ellas la Asociación Española de Pediatría), metanálisis y ensayos clínicos recomiendan la lactancia materna durante los primeros seis meses del pequeño, incluso durante más tiempo si las condiciones lo permiten, tal y como preconiza la Organización Mundial de la Salud.
La lactancia materna es actualmente inigualable, le aporta los nutrientes en cantidad adecuada a sus requerimientos y en la forma adaptada a su capacidad de absorción y metabolización de los mismos. Se trata, además, de un “alimento vivo” ya que contiene células inmunocompetentes y bacterias, y cambia su composición a lo largo del día en función de la dieta de la madre, la edad gestacional del recién nacido, etc.
Todas estas características hacen de la leche materna el alimento idóneo para el niño en los primeros meses de vida, pero no es insustituible. Hoy en día la industria dedica mucho tiempo y esfuerzo a la investigación para aproximar la composición de las leches para lactantes al patrón de referencia, valorándose también el crecimiento y otros índices metabólicos como el perfil de aminoácidos esenciales para conocer la adecuación de las leches artificiales a las necesidades del niño.
Tipos de fórmulas
La elección de una fórmula adecuada es fundamental para la correcta nutrición del lactante. Más allá de la distinción entre leches de inicio y de continuación, cabe reseñar los tipos existentes en función de las necesidades concretas del bebé; así, la mayoría de las fórmulas disponibles en la actualidad contienen leche de vaca cuyas proteínas se alteran considerablemente para hacerla más fácil de digerir, ya que el bebé no estará listo para digerir leche de vaca normal hasta después de su primer año de vida.
A partir de aquí, tenemos leches especiales que se adecuan a las especificidades de cada lactante:
- Fórmula basada en soja: es una buena alternativa si la madre es vegana o al bebé le es difícil digerir las proteínas de la leche de vaca.
- Fórmula sin lactosa: si el bebé tiene intolerancia a la lactosa (azúcar que contienen la leche de forma natural), existen fórmulas que la sustituyen por otro azúcar diferente, por ejemplo la miel de maíz.
- Fórmula hidrolizada: en este tipo de fórmula las proteínas se descomponen en partículas más pequeñas y, por tanto, más fáciles de digerir que las molé- culas grandes. Se trata de una fórmula apropiada para bebés con alergias o dificultades para absorber nutrientes.
- Fórmula para bebés prematuros y de bajo peso al nacer: estas fórmulas generalmente contienen más calorías y proteínas, y un tipo de grasa (triglicéridos de cadena mediana) que se absorbe más fácilmente.
- Fortificador de leche materna: se usa para enriquecer la nutrición de los bebés amamantados que tienen necesidades especiales.
- Fórmulas metabólicas: desarrolladas en casos especiales para bebés con enfermedades que requieran una alimentación especializada.
Lo que hace que una fórmula sea diferente de otra son los carbohidratos o las proteínas específicas que usa. Por ejemplo, la caseína y el suero son dos tipos de proteína de la leche de vaca que se encuentran en diversas proporciones en diferentes marcas de fórmula basada en leche de vaca.
La mayoría de las fórmulas comercializadas contienen una proporción similar a la de la leche materna, es decir, un 60% de suero y un 40% de caseína. Algunos estudios indican que las proteínas del suero de la leche se digieren más rápido que la caseína, lo cual puede resultar beneficioso para bebés que padecen reflujo gastroesofágico.
La fórmula es una sustancia desarrollada de forma muy cuidadosa, con cantidades precisas de docenas de nutrientes (carbohidratos, grasas, proteínas, vitaminas, minerales, nucleótidos, almidón, fibra, aminoácidos…). Por ello, no es recomendable agregar vitaminas, ácidos grasos, aceites o leche común a la fórmula del bebé a menos que el pediatra lo recomiende.
Se ha demostrado que el aceite de oliva, por ejemplo, puede ocasionar daño permanente en los pulmones debido al peligro de inhalarlo al regurgitar. La preparación de una leche artificial para lactantes debe hacerse siempre siguiendo normas de higiene para evitar infecciones y trastornos digestivos. Así lo advierte el Libro Blanco de la Nutrición Infantil en España, publicado por la Cá- tedra Ordesa de Nutrición de la Universidad de Zaragoza en colaboración con la Asociación Española de Pediatría, el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos y la Fundación Espa- ñola de la Nutrición.
Es importante también seguir estrictamente las instrucciones para la dilución de las leches en polvo, ya que la administración de fórmulas a concentración elevada puede causar deshidratación hipertónica, mientras que la fórmula a menor dilución disminuye el aporte de nutrientes y puede provocar subnutrición.
Además, debemos atender al ajuste en el aporte de proteínas de las leches artificiales, dado que el exceso de proteínas en la dieta predispone al padecimiento de enfermedades como la obesidad, la diabetes mellitus tipo 2 o la esclerosis renal. De hecho, encuestas recientes demuestran que los niños de entre 0 y 36 meses de edad en nuestro entorno ingieren una cantidad excesiva de proteínas.
Cereales
A partir del quinto mes, la leche deja de ser el alimento exclusivo del bebé y comenzamos a introducir nuevos alimentos en su dieta, como las papillas de cereales. Éstos aportan energía, vitaminas, minerales y fibra, constituyendo el “combustible” natural del organismo.
Son ricos en hierro, y contribuyen además a reforzar el sistema inmunitario del niño. Algunas papillas de cereales llevan azú- cares añadidos, pero se recomienda elegir aquellas sin azúcares añadidos para que el bebé se acostumbre a sabores menos dulces.
Los primeros cereales que tome el bebé (hasta el sexto mes aproximadamente) deben ser sin gluten, y su introducción a partir de entonces deberá ser progresiva de forma que podamos comprobar cómo lo tolera y detectar a tiempo posibles alergias o intolerancias.
En general, se recomiendan entre 5 y 10 gramos de cereales infantiles sin gluten a partir de los cinco meses, añadidos al biberón de la mañana. A partir de los seis meses, se puede pasar a 20 gramos diarios de cereales con gluten, repartidos entre el biberón de la mañana y el de la noche.
Mercado
El número de nacimientos en España se ha reducido de manera muy acusada desde el máximo de 2008 (519.780) hasta la actualidad (425.390). Estas cifras indican que la población potencialmente consumidora de alimentos infantiles se ha reducido, uno de los factores que está provocando una tendencia a la baja en el mercado de alimentos infantiles en nuestro país.
Según el último informe de la empresa pública Mercasa “Alimentación en España 2015”, la crisis ha obligado a muchas mujeres a permanecer más tiempo con sus hijos, manteniendo la lactancia materna durante más tiempo, y el cambio de leches infantiles a leches adultas se produce ahora con mayor antelación. El papel de las farmacias es una particularidad en la distribución de los alimentos infantiles.
Tradicionalmente han sido ellas las encargadas de las ventas de este tipo de productos, pero en la actualidad se reparten con las cadenas de distribución comercial a partes casi iguales la comercialización de las diferentes ofertas.
El citado informe de Mercasa apunta que las farmacias controlan en torno al 50% del total de ventas en valor, mientras que en volumen ese porcentaje se reduce al 30%. Se asume, además, que las farmacias son dominantes en las ventas de leches infantiles (sobre todo en polvo), mientras que los supermercados e hipermercados dominan el mercado de los alimentos infantiles y las papillas y cereales.
Esa especialización hace que el grupo empresarial que controla las ventas de leches en polvo actúe fundamentalmente en el segmento de las farmacias. Los niveles de consumo en España son equiparables a la media europea, situándose algo por debajo de los 30 litros de leche infantil y unos 34 kilos de papillas al año. Precisamente son las leches infantiles las que han experimentado unos crecimientos más notables. Los mayores niveles de consumo se registran en familias de las áreas metropolitanas, así como el sur y la zona central de la península. Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco son las Comunidades en las que menos se consume este tipo de alimentos.
Perfil del consumidor
Farmapremium elaboró a finales de 2015 un estudio en el que analizaba las principales características de los consumidores de alimentación infantil. El informe arrojaba datos concluyentes, asociando el cliente tipo a una mujer de unos 30 años y compradora también de otras categorías. No en vano, un 35% de las compras de alimentación infantil incluiría otros productos, especialmente de cosmética, solares, dietética y herboristería.