Entre los trastornos metabólicos, es inevitable no nombrar la obesidad y el sobrepeso, dos de los principales problemas de salud pública. Se suele pensar que estas enfermedades inciden solo en el aspecto estético, pero en realidad pueden acarrear consecuencias negativas para nuestra salud
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Hasta hace algún tiempo, se consideraba que la obesidad era una problemática presente principalmente en los países más industrializados, pero en los últimos veinte años, debido a la globalización, se ha extendido también a los países en vías de desarrollo, como México, China y Tailandia. El estilo de vida sedentario y la difusión cada vez más masiva de la comida basura, han contribuido a que esta problemática se haya convertido en la nueva epidemia del siglo XXI. La comunidad científica está cada vez más de acuerdo en atribuir al exceso de peso un papel significativo en la patogénesis de numerosas enfermedades metabólicas y degenerativas, como cardiopatías, enfermedades respiratorias, diabetes de tipo II, hipertensión arterial, colesterolemia y trigliceridemia.
El pasado día 4 de marzo tuvo lugar el Día Mundial de la Obesidad, una fecha que la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) aprovecha para demandar la puesta en marcha de planes estratégicos efectivos contra esta enfermedad crónica, cuya prevalencia se ha triplicado en la mayoría de los países europeos desde la década de los años 80, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En concreto, entre el 30-70% de los adultos de la Unión Europea (UE) tiene sobrepeso y entre el 10-30% tiene obesidad, y se prevé que en el año 2030 más de la mitad de la población europea tendrá obesidad. La SEEN se une al lema ‘Abordando la obesidad juntos en Europa’ (Addressing Obesity Together Across Europe), impulsado por la Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad (EASO).
Easo considera que las estrategias solo son efectivas si involucran a todos los actores implicados y si reconocen a la obesidad como una enfermedad crónica tratable, posicionamiento que también abandera SEEN. Como explica la Dra. Núria Vilarrasa, coordinadora del Grupo de Obesidad de la SEEN, “las causas de la obesidad van desde enfermedades genéticas y condiciones endocrinas, hasta factores ambientales como el estrés, la dieta y el sedentarismo. Es crucial que las autoridades de la UE reconozcan que la obesidad es una enfermedad crónica compleja y multifactorial con numerosas causas, muchas de las cuales escapan del control de un individuo”.
Sobrepeso y obesidad en niños
La gestión del control del peso en el niño requiere un enfoque particular respecto al adulto, afirman los expertos. De hecho, en el ámbito pediátrico es indispensable garantizar un crecimiento ponderal proporcionado al desarrollo del individuo mediante un aporte correcto de nutrientes.
Varias asociaciones destacan el cuidado del estado emocional y psicosocial en la infancia, junto con hábitos de vida saludables, como un aspecto esencial para prevenir el sobrepeso y la obesidad que sufren en torno a dos millones de niños en España. Este dato corresponde a la prevalencia establecida por el Programa THAO de Salud Infantil que se aplica a la actual población de entre 0 y 14 años (estimada, según el INE, en 6,8 millones).
El estado de ánimo influye en la relación que los menores tienen con la comida. Según el doctor Ignacio Jáuregui, prestigioso psiquiatra y psicólogo, profesor de Patología Nutricional en la Universidad Pablo de Olavide y patrono de la Fundación APE, “los niños que no están bien integrados en su grupo de iguales, que no manejan adecuadamente sus estados emocionales, como el estrés o la ansiedad, y que socialmente no poseen las habilidades adecuadas encuentran alivio al consumir ciertos alimentos, como los dulces”.
En este sentido, el doctor Jáuregui explica que la combinación entre el estado emocional negativo y la ingesta de productos adictivos “inicia un proceso de ganancia de peso que se vuelve constante en el niño y puede llevarle a no salir para refugiarse en casa, buscando otras diversiones más sedentarias, como el empleo de consolas o móviles, que lo van aislando y merman su autoestima”.
“A lo largo de todos estos años múltiples factores han contribuido a este repunte, además de la disposición genética de cada cual: los hábitos dietéticos y físicos, las tecnologías, que han hecho más sedentaria la vida de los menores y, sobre todo, lo que aprenden en casa, ya que son los padres los que pueden enseñar a sus hijos a comer mejor o peor y que realicen ejercicio o no”, añade el prestigioso doctor Ignacio Jáuregui.
Un enfoque correcto de la gestión del peso en edad pediátrica debería empezar por el control de los dos principales factores de riesgo: la alimentación incorrecta y el sedentarismo, con el fin de tutelar el estado de salud del niño y su crecimiento armónico y, al mismo tiempo, de prevenir la obesidad y las enfermedades relacionadas una vez alcanzada la edad adulta.
Control del pico glucémico
En situación de sobrepeso y obesidad, el objetivo principal no puede ser solo la reducción de peso, sino que es primordial cuidar de la salud reequilibrando los principales parámetros metabólicos mediante un enfoque específico que actúe en los tres puntos clave del metabolismo: la fase de carga (lo que se introduce con la alimentación), la fase de descarga (lo que se consume con la termogénesis y con el movimiento) y la fase de drenaje (lo que se elimina), afirman los expertos.
Para estas problemáticas es importante considerar tratamientos orientados a reequilibrar las fases del metabolismo, de forma que se permita un uso correcto de los sustratos energéticos, en vez de limitarse a reducir el peso corporal, según diversos estudios.
La mayor parte de las dietas está orientada al control de la insulina a través de la supresión o la reducción drástica de algunas clases de nutrientes como los carbohidratos en las dietas hiperproteicas, causando desequilibrios metabólicos.
Nuevos resultados de investigaciones científicas han identificado complejos moleculares vegetales a base de fracciones polisacarídicas específicas obtenidas de celulosa, nopal, konjac, malvavisco, lino, tilo y achicoria, capaces de contribuir al control del pico glucémico posprandial, a la reducción de la acumulación de grasas en los adipocitos y de la sensación de hambre.
Estas sustancias actúan mediante la formación de un gel de estructura reticular que provoca efectos específicos en los principales nutrientes. Concretamente, este gel retiene carbohidratos y grasas, disminuyendo la cantidad y ralentizando la velocidad de absorción a nivel intestinal, dificultando el ataque de las enzimas digestivas y favoreciendo su eliminación mediante las heces.
El resultado es un control del pico glucémico posprandial con un consiguiente control de las oscilaciones de la glucemia y la insulina en sangre.
Resulta evidente que el control de la glucemia posprandial es una ayuda válida para el control del peso. Para controlar el pico glucémico, es decir, para evitar que se verifiquen oscilaciones de glucemia demasiado bruscas durante el día, es conveniente reducir la ingesta de alimentos que provoquen un aumento excesivo de la misma.
¿Qué alimentos se deben priorizar y cuáles evitar?
Es necesario aprender a elegir los alimentos en función de su composición, que debería contener una proporción adecuada de todos los nutrientes: carbohidratos, proteínas y lípidos.
Además, es importante organizar la jornada alimentaria. Esta debe incluir tres comidas principales (desayuno, almuerzo y cena) y dos meriendas (a media mañana y a media tarde), con una distribución equilibrada de energía, carbohidratos, grasas y proteínas. Estructurar de esta manera la jornada nos permite evitar las variaciones excesivas de la glucemia, reduciendo el valor del pico glucémico posprandial y de las hipoglucemias entre una comida y otra.
Fuente: Sefac, Seen y Easo