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Mimar la visión y sus procesos cognitivos redunda en una mejor calidad de vida

De los cinco sentidos clásicos que tenemos, el más importante de todos es la vista. Es del que más dependemos en nuestra vida diaria y en nuestra subsistencia

Noelia-Farmanatur n42_IMAGENES JPEG_Fotolia_219779314_Subscription_Monthly_MLos ojos envían información al cerebro cada segundo, cada microsegundo, para permitirnos conocer y entender el mundo. Si se reduce nuestra capacidad o calidad visual, o ambas, merma en la misma proporción nuestra calidad de vida. Por eso es tan importante cuidar la vista, a cualquier edad. Unos sencillos cuidados básicos y preventivos contribuirán a mantener el funcionamiento normal del cerebro y la visión durante mucho tiempo.

Los ojos son el espejo del alma, pero también son esa lente que nos permite mirar nuestro entorno, enfocarlo y convertir luz, colores y formas en información de nuestro entorno. Dependemos de la vista para trabajar, aprender, escribir, leer, conducir, ver la tele, entretenernos, orientarnos… Con la mirada interpretamos el mundo que nos rodea y tomamos decisiones. También nos expresamos con la mirada, porque nuestra mirada es capaz de transmitir los sentimientos que nos provoca lo que vemos.

Los filósofos presocráticos decían que el ojo estaba constituido por agua y fuego. Pitágoras y Euclides creían que el ojo era un órgano activo que emite rayos que viajan al espacio y tocan los objetos, y que eso es lo que causa la sensación de visión. Otros, como Demócrito y Lucrecio, tenían una concepción más pasiva del ojo, y pensaban que eran los objetos los que envían imágenes de sí mismos al espacio que los rodea, y los ojos sólo tienen que capturar dichas imágenes.

Hoy sabemos bien que el sentido de la vista combina aspectos tanto fisiológicos como neurológicos e incluso psicológicos. El ojo es el órgano que actúa como receptor, y el acto de ver comienza cuando la luz pasa por la córnea, la pupila y el cristalino. La retina, en la parte posterior del ojo, es la membrana sensible a la luz que recibe esas señales electromagnéticas luminosas, acomoda la curvatura de la lente del cristalino mediante distintas contracciones de los músculos del ojo, y convierte toda esa información en impulsos nerviosos, en señales neuronales que envía al cerebro a través del nervio óptico. Y es el cerebro, concretamente la corteza visual, el que procesa esas señales.

En la retina radica, por tanto, la formación de la imagen. Y esto es así porque está formada por varias capas de neuronas interconectadas que son capaces de gestionar distintas informaciones contenidas en las señales luminosas, como por ejemplo proporcionar visión en color. La retina es el nervio óptico que transmite la información al cerebro; y en la retina está la mácula lútea, que se especializa en la visión fina de los detalles y que sirve, entre otras cosas, para poder leer y distinguir la cara de las personas. En la mácula residen la visión central y la agudeza visual.

Un sistema nervioso sobreestimulado

Y así, cuando miramos, ponemos en marcha un complejo sistema fisiológico y de sinapsis neuronales. Ojo y cerebro funcionan simultáneamente para conectarnos con el mundo y permitirnos interpretarlo. Todo el sistema nervioso se pone en marcha en centésimas de segundo y procesa un ingente conjunto de datos de forma asombrosa de una manera casi instantánea. No es difícil comprender la importancia de cuidar nuestra vista y mantener el funcionamiento normal del cerebro y la visión.

Sin embargo, en las últimas décadas se han multiplicado los estímulos que reciben nuestros ojos. Ya no sólo miramos el mundo: miramos pantallas luminosas durante horas y horas de nuestra vida consciente; la del ordenador, la de la tablet, la del móvil (igual hasta tenemos dos móviles), la de la tele… Pantallas que ametrallan nuestros ojos con ráfagas luminosas y cromáticas (la luz azul de las pantallas es la más dañina para la visión, según los oftalmólogos), y que desbordan nuestro cerebro con infinidad de impulsos nerviosos. Y el resultado es que aumentan las consultas médicas por problemas relativamente leves, como cansancio visual, visión doble, borrosa, dolor de ojos que se irradia a la cabeza o sensación de ojo seco.

También ha aumentado la prevalencia de la miopía, así como el número de personas que padecen algún grado de ametropía, que produce una disminución de la agudeza visual. Hasta el insomnio ha sido relacionado con ese abuso de las pantallas, y está comprobado que el descanso reparador es básico para el reseteo nocturno de todos nuestros sistemas neuronales y vitales.

Pero aparte del abuso de dispositivos móviles, los problemas de visión tienen un origen multifactorial. En cualquier caso, sea cual sea el factor de riesgo, lo que está claro es que hay medidas que podemos tomar para cuidar nuestro sentido de la vista. Los cuidados preventivos han de ir enfocados tanto al mantenimiento de la visión como al de las funciones cerebrales que la posibilitan. En estos dos sentidos, existen complementos alimenticios que nos pueden proporcionar esa prevención que buscamos para evitar o paliar posibles problemas en la vista o en los procesos cognitivos relacionados con la visión.

Omega 3 DHA para el cerebro y la visión

El omega 3 es el nombre genérico de un grupo de ácidos grasos con múltiples beneficios para todo el organismo. Uno de estos omega 3 es el DHA o ácido docosahexaenoico; es un ácido graso esencial de gran importancia para el cerebro y, en especial, para apoyar el adecuado funcionamiento del sistema visual y las funciones cognitivas superiores del cerebro como la memoria, el aprendizaje y el desarrollo normal de la inteligencia. El DHA es un componente estructural de las membranas de carácter fundamental en el sistema nervioso central y, dado que nuestro organismo lo produce en cantidad muy baja, su suplementación puede contribuir a generar condiciones óptimas para el desarrollo del cerebro.

El DHA está presente en el aceite de pescado, y es uno de los más abundantes en el cerebro. Si un niño o adulto tiene deficiencia de DHA, su cerebro no funcionará de forma óptima. Niveles bajos de DHA se han asociado a depresión, pérdida de memoria, demencia y, lo que aquí nos ocupa, problemas visuales. El DHA contribuye también al desarrollo óptimo de la agudeza visual, como demuestran diferentes estudios científicos en humanos.

En un metaanálisis de estudios aleatorizados y controlados, se halló suficiente evidencia para soportar el uso de los ácidos grasos poliinsaturados tipo DHA en el síndrome del ojo seco. La explicación es que el DHA es el componente más importante en la estructura de las membranas del segmento externo de los fotorreceptores de la retina. Las propiedades biofísicas y bioquímicas de este omega 3 pueden actuar sobre la función de la membrana de estos fotorreceptores, facilitando su permeabilidad, fluidez y espesor. También se ha demostrado la capacidad que tiene el DHA para modular los procesos inmunológicos e inflamatorios que aparecen en las enfermedades de la mácula, la parte de la retina responsable de la visión central.

Si nos decantamos por un complemento alimenticio de DHA para reforzar nuestra visión, debemos asegurarnos de que procede de pescado limpio, es decir, pescado pequeño, porque como sabemos el pescado grande suele contener muchos metales pesados. El DHA procedente de pescado pequeño será por tanto más natural y biodisponible. Es importante también que el proceso de extracción se lleve a cabo por un método como el de fluidos supercríticos a baja temperatura, que no altera las cualidades del producto.

Dr. Jorge Enrique Angel Lic. en Medicina y Medical Advisor en Laboratorio Equisalud

 Esta información ha sido elaborada con fines informativos y no intenta reemplazar el consejo o tratamiento médico. Antes de iniciar cualquier programa nutricional debe consultar con un profesional de la salud.