La vicepresidenta de la Sociedad Española de Farmacia Rural (SEFAR) nos abre las puertas de su gran proyecto personal: la botica que regenta desde hace 11 años y que dio un giro de 90º a su vida. Además, gracias a su trayectoria profesional, se ha convertido en una representante de sector farmacéutico rural
Los medicamentos naturales son una parte importante de la farmacia rural y siempre han sido parte fundamental de la vocación de Farmacia Olivia Martínez Monge. Desde luego, es necesario que los farmacéuticos rurales estén al tanto de las nuevas tecnologías y conocimientos para ayudar a los pacientes a obtener los mejores resultados posibles. ¡Esta farmacia rural ofrece un excelente trabajo y está lista para llenar su misión de ofrecer los mejores medicamentos naturales!
Empática, soñadora y trabajadora, Olivia Martínez Monge, además de farmacéutica titular, es la vicepresidenta de SEFAR desde hace dos años. Su objetivo siempre ha sido “mejorar la calidad de vida” de sus pacientes, ya sea en el Condado de Cork (Irlanda), en Manchester (Inglaterra), Madrid o Palencia, que son algunos de los lugares donde ha trabajado.
En un pequeño pueblo ubicado en la provincia de Palencia llamado Sotobaño y Priorato, se encuentra su actual botica, que hace honor a su nombre: Farmacia Olivia Martínez Monge. A pesar de que el pueblo sólo tiene 145 habitantes, Olivia asegura que “tener pocos pacientes y muy fidelizados facilita la atención farmacéutica de calidad”.
“La farmacia se encuentra situada en el edificio de unas viejas escuelas. Es un local muy grande con ventanales enormes, construido en 1918. He intentado darle un aspecto más moderno, pero me gusta mantener algo de su antiguo encanto. De hecho, mi mostrador es el pupitre de madera del maestro”, relata Olivia.
Después de 20 años ejerciendo como farmacéutica en diferentes ciudades europeas, Olivia decidió abrir su propio establecimiento en esta pequeña localidad. Además de dirigir su farmacia, la farmacéutica también sirve a varios pueblos de la comarca que no tienen farmacia y a un botiquín en Bascones de Ojeda dos días a la semana.
“La vuelta a España después de 10 años fue el gran reto de mi carrera profesional”, explica. Esta trotamundos de las farmacias relata entusiasmada que “fue una época muy ilusionante, porque es muy enriquecedor tener tu propio negocio, dar tu sello personal y ver reflejado cada día el impacto de tu trabajo en la comunidad”.
El frío castiga a las farmacias rurales
Existen diferentes tipos de farmacias rurales. Olivia aclara que no todas están en estado de desaparición, porque influyen varios factores: “No es lo mismo una población de 5.000 habitantes con varias farmacias, que una de poco más de 100 con una botica única”, apunta.
También depende de la situación: “Hay establecimientos cerca de grandes núcleos urbanos y con buenas comunicaciones y otras aisladas en zonas de montaña a casi 100 kilómetros del hospital más cercano. Son las farmacias en localidades de menos de 1.000 habitantes y en zonas más aisladas las que se encuentran en una situación más crítica, teniendo grandes problemas económicos para sobrevivir”, lamenta.
La gran distinción que hace entre las farmacias rurales y las urbanas tiene que ver con la llegada de la época fría del año: “Aquí tenemos unos inviernos largos y duros, y hay días fríos y grises en los que no entra más de uno o dos clientes por la puerta. Mucha atención se hace por teléfono y a domicilio. En verano, como en otros muchos lugares, aumenta la población y el pueblo y la farmacia se llenan de vida. Da gusto ver desde las ventanas niños jugando y gente paseando”, apostilla.
Sin embargo, aun habiendo trabajado en dos áreas tan distintas entre ellas como la urbana y la rural, Olivia defiende que “el paciente siempre debe estar en el centro de nuestra actividad”. En su caso, destaca que la gran ventaja de la farmacia rural es “la relación tan estrecha de confianza que se crea con el paciente, porque en muchos casos son tus vecinos y amigos”. Y añade que, como profesional, es muy satisfactorio.
El mayor inconveniente, según confiesa, es que es muy vocacional, porque la situación en la que trabajan los farmacéuticos en las zonas rurales es precaria. De hecho, Olivia teme que “si no se actúa rápido desde la Administración y desde nuestros representantes profesionales, no habrá otra generación más de farmacéuticos en pequeños enclaves rurales”.
El perfil del cliente y los servicios más destacados
Olivia explica que la mayoría de las personas que atiende tienen más de 70 años y carecen de recursos económicos, por lo que “han sufrido mucho el efecto de la pandemia”. Además, estas personas padecen las patologías típicas del envejecimiento. La boticaria apunta que, por esta razón, se demandan servicios como la elaboración de Sistemas Personalizados de Dosificación (SPDs) o seguimiento farmacológico, “que resultan fundamentales para mantener su independencia y la calidad de vida”, indica.
En esta línea, SEFAR lleva años exigiendo a las administraciones públicas que se impliquen en la supervivencia de las farmacias rurales: “Además del fondo de compensación que pedimos desde la asociación, es necesario que se regulen otros aspectos como las guardias, la Atención Farmacéutica Domiciliaria y los servicios profesionales remunerados”.
Olivia subraya que las farmacias rurales “no pueden seguir dependiendo sólo del margen del medicamento”, y reclama que se empiecen a valorar las competencias del farmacéutico profesional, no únicamente por los productos que vende sino también por el servicio humano que ofrece en la sociedad.
Las consecuencias de la covid-19
Olivia cuenta que con la llegada de la covid-19 y el cierre de consultorios locales, surgió una nueva necesidad para las personas mayores: “Muchos de nuestros pacientes no están familiarizados con las nuevas tecnologías y tenían serias dificultades para acceder a los servicios sanitarios, pedir cita o desplazarse al centro de salud a varios kilómetros”, explica.
“Los farmacéuticos hemos servido de puente entre el paciente y el médico o la enfermera, pidiendo citas, llevando información en ambas direcciones o ayudando con otros trámites administrativos”, prosigue.
Pero, la pandemia no solo ha trastocado la vida de los más mayores, sino que también ha dificultado la supervivencia de las farmacias rurales, debido a que se ha reducido considerablemente la cantidad de personas que demandaban sus productos o servicios.
Olivia relata que, “a pesar de que ha habido un gran aumento de volumen de trabajo, por las llamadas telefónicas pidiendo información, repartos a domicilio a pacientes vulnerables o aislados, o ayuda en trámites administrativos que había que hacer online y que nuestros pacientes no sabían realizar, no se ha traducido en una mejoría de la facturación”.
La titular explica que, al contrario de lo ha pasado en otras localidades, Sotobaño y Priorato no se llenó de gente que acudió allí a teletrabajar y a pasar la cuarentena, sino que el pueblo vivió un momento desolador debido a que los visitantes habituales de los fin de semana ya no acudían: “Ha sido una situación muy dura”, recuerda desolada.
Sin embargo, Olivia insiste en que la peor parte la han sufrido las personas mayores, que “han notado muchísimo la brecha digital, porque ni siquiera podían sustituir el contacto físico por videollamadas”.
Debido a esta situación tan desastrosa, SEFAR, en colaboración con la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH), ha creado el proyecto Telémaco, presentado en febrero de este mismo año, que, según apostilla Olivia, “busca usar las nuevas tecnologías para acercar la Atención Farmacéutica Hospitalaria al paciente rural a través de su farmacia de confianza, lo que evitaría largos desplazamientos para los pacientes y se conseguiría coordinar la asistencia de manera conjunta”.
Este plan permitirá “mejorar la calidad de la asistencia de los pacientes”. De hecho, Olivia adelanta que ya están trabajando en otro proyecto futuro que, a su parecer, es emocionante e innovador.