El sol aporta beneficios pero también inconvenientes, así que no conviene pasar por alto algunas recomendaciones para tu particular “operación piel bronceada”.
Llega el verano y queremos lucir una piel sana y bronceada. Y aunque a veces nos parezca un objetivo imposible de alcanzar, todo es cuestión de saber aprovechar los beneficios que nos aporta el sol (bienestar, acción antidepresiva, síntesis de vitamina D) mediante una protección eficaz frente a sus efectos negativos: hablamos de las quemaduras, las manchas, el fotoenvejecimiento, o incluso el cáncer de piel (uno de los tipos de cáncer más comunes).
Para evitar que nuestra piel resulte dañada, una de las primeras herramientas que nos viene a la cabeza es el protector solar. En efecto, las cremas protectoras ayudan a filtrar las radiaciones ultravioleta A y B, que son perjudiciales para la piel; con ello se consigue un bronceado progresivo y se evitan complicaciones a corto y largo plazo, algunas de las cuales acabamos de apuntar anteriormente.
Además, los nuevos factores de protección solar aportan dos sustancias interesantes: por un lado, vitaminas para combatir los radicales libres; por otro, ácido hialurónico para hidratar la piel.
El factor solar a utilizar es siempre uno de los grandes caballos de batalla. ¿Será suficiente con un factor 15 o 20? ¿Debemos reservar los factores más elevados para zonas especialmente sensibles? Como regla general, se aconseja aplicar un factor de protección solar de 30 o superior media hora antes de salir de casa, y la aplicación deberá repetirse cada dos horas. En el caso de que estemos en la playa o en la piscina, es importante que el protector sea resistente al agua, ya que conviene refrescarse de forma regular durante el tiempo de exposición al sol (cada media hora aproximadamente). De esta manera, sabremos que nuestra piel está protegida en todo momento.
Además de las cremas solares, podemos hacer uso de ciertos complementos que nos facilitarán esa protección que tanto buscamos. Sombreros, gorros y gafas de sol actuarán de escudo y aportarán un toque “chic” a nuestro mecanismo de defensa frente a los rayos solares.
También podemos echar mano de nutricosméticos, cuyos componentes activan nuestras defensas naturales y contienen, además, vitaminas C, E y D, y antioxidantes.
Cuidados posteriores
Una vez hemos dado por finalizada nuestra exposición al sol (no conviene hacerlo entre las 11:00 y las 16:00 horas, aunque el riesgo es mayor entre las 12:00 y las 15:00), resulta muy aconsejable la aplicación de cremas hidratantes con Aloe Vera que hidraten la piel, la reparen y consigan mantener el bronceado más tiempo. Si además adoptamos el hábito de exfoliar nuestro cuerpo mientras nos duchamos una vez a la semana, lograremos eliminar las células muertas y garantizar una piel bronceada sana.
En definitiva, aplicar el sentido común es quizá el mejor consejo que puede darse desde estas líneas. Si queremos aprovechar los beneficios del sol y evitar sus perjuicios, más nos vale llevarnos bien con él.
Dra. Adriana Ribé
Dermatopatóloga y Directora de Ribe Clinic.