“Nuestras células pueden inflamarse a raíz de lo que comemos: esta inflamación celular es la razón por la que engordamos, sufrimos determinadas enfermedades y envejecemos antes. Cuando reducimos esta inflamación estamos estabilizando los niveles de glucosa en sangre, eliminamos el exceso de grasa corporal y mejoramos nuestra energía física y agudeza mental”, explica el Dr. Barry Sears, presidente de la Inflammation Research Foundation e Investigador del Instituto Tecnológico de Massachusetts y de la Facultad de Medicina de Boston, con motivo de la presentación de su nuevo libro ‘La Zona Mediterránea’, con la colaboración del prestigioso chef Íñigo Urrechu.
‘La Zona Mediterránea’ propone un estilo de alimentación saludable basado en la regulación de las hormonas, con una ingesta de hidratos de carbono, proteínas y grasas en cada una de las 5 comidas diarias, en una proporción de 40%-30%-30%, respectivamente. “El libro proporciona las claves para reducir la inflamación en cada célula de nuestro cuerpo. Esto retrasará el proceso de envejecimiento y disminuirá la probabilidad de padecer enfermedades crónicas como la diabetes, afecciones cardíacas y otras patologías todas con el mismo origen: la inflamación inducida por la dieta”, asegura el Dr. Sears.
En este sentido, “‘La Zona Mediterránea’ destaca el papel antioxidante y antiinflamatorio de los polifenoles, que son las sustancias químicas que dan color a frutas y verduras, y que pueden activar el gen anti-envejecimiento (SIRT-1), ralentizando así el proceso de envejecimiento y siendo, por tanto, la mejor medicina para combatir la obesidad, las enfermedades crónicas y la inflamación del cerebro”, afirma el Dr. Sears.
Los polifenoles, presentes principalmente en las frutas, las verduras, el café, el aceite de oliva, el chocolate o el vino tinto, “son fundamentales para mantener un equilibrio óptimo a nivel intestinal, reducir el estrés oxidativo y conseguir una mayor longevidad”, asevera este especialista. No obstante, el poder de los polifenoles se encuentra no sólo en la cantidad que consumimos sino en la que absorbe nuestro cuerpo, y sólo a dosis altas actúan como antioxidantes y antiinflamatorios, ayudando a alargar la vida significativamente. “Para obtener suficientes polifenoles que puedan activar la expresión genética se requiere comer mucha más fruta y verdura de la que normalmente se consume, por lo que la utilización de suplementos de polifenoles concentrados puede en ocasiones ayudarnos a solucionar este problema”, matiza el Dr. Sears.
Se estima que más del 20% de la población padece inflamación celular “silenciosa”
Es difícil determinar qué porcentaje de la población sufre inflamación celular “silenciosa”, ya que, al ser asintomática, no suele haber un diagnóstico hasta que no aparece alguna complicación metabólica. No obstante, existen unos marcadores en sangre, las citoquinas y adipoquinas, que nos permiten saber si hay inflamación aunque la enfermedad aún no haya dado la cara. “Se estima que un porcentaje muy elevado de individuos obesos la padecen, con lo cual podríamos establecer una cifra superior al 20% de la población general”, explica, por su parte, el Dr. Joan Clària, especialista en Bioquímica Clínica y consultor senior del Servicio de Bioquímica y Genética del Hospital Clínic de Barcelona.
“Ningún alimento produce inflamación de forma directa ni es perjudicial por sí mismo consumido con moderación. La inflamación aparece cuando comemos de forma desequilibrada, abusando de ciertos alimentos”, afirma el Dr. Clària. En particular, añade, “el aumento del consumo de los hidratos de carbono refinados, que incrementan los niveles de insulina, un exceso de grasas saturadas o de aceites vegetales ricos en omega 6, aumentan la inflamación”.
Los ácidos grasos omega-6 son necesarios para combatir a los microbios y curar las heridas, pero cuando los consumimos en exceso, generan un aumento de mediadores proinflamatorios. Proceden de aceites vegetales como el aceite de maíz, soja, cártamo, girasol y otros. “Además, cualquier alimento procesado, como los fritos o la bollería, es rico en ácidos grasos omega-6 porque son más baratos y ayudan a conservar los alimentos: estos se oxidan con facilidad, especialmente en ausencia de polifenoles, generando radicales libres y otros componentes muy reactivos”, asevera el Dr. Sears.
Sin embargo, “los ácidos grasos omega-3 de cadena larga que hay en el pescado y en sus aceites, son antiinflamatorios y, si en tu dieta no estás consumiendo la cantidad adecuada, tu metabolismo corre peligro”, indica el Dr. Clària. “La sociedad ingiere demasiados omega-6 y muy pocos omega-3, por ello observamos hoy en día una mayor incidencia de enfermedades metabólicas y cardiovasculares; ante esto, es fundamental reforzar el aporte de ácidos grasos omega-3”, manifiesta este experto.
Comer y estar en ‘La Zona Mediterránea’ es muy fácil
Cada comida (incluyendo el desayuno) empieza con un plato. Un tercio del plato debe llenarse con proteína baja en grasa, como pollo o pescado, o proteína vegetal, como tofu firme o sustitutos cárnicos de soja. “Sólo debes asegurarte de que la ración que te pones no supere ni la longitud ni el grosor de tu mano. Esto supone unos 100 gramos de proteína baja en grasa para una mujer tipo y unos 150 gramos para un hombre tipo”, explica el Dr. Sears.
“Luego llena el resto de tu plato con hidratos de carbono de colores, bajos en carga glucémica, como verdura y frutas. Los colores vivos indican que son ricos en polifenoles, que ayudan a controlar la inflamación inducida por la dieta”, manifiesta. Las verduras sin almidón (brócoli, pimientos, cebollas, espárragos…) son las mejores fuentes de hidratos de carbono, ya que tienen una carga glucémica muy baja. “Esto significa que, aunque ocupen mucho espacio en tu plato, cuando los comes no provocan una gran secreción de insulina. Por otra parte, las frutas y los cereales integrales tienen una carga glucémica más alta”, puntualiza. Los hidratos de carbono blancos (pan, pasta, arroz y patatas) deben reducirse y comerse de forma esporádica por su excesiva carga glucémica y carencia de polifenoles.
Por último, “añade un poco de grasa, una cucharada sopera, que sea baja en ácidos grasos omega-6 y en grasas saturadas. En España, sin duda, la mejor opción es el aceite de oliva virgen extra. Durante las 4-5 horas siguientes no tendrás hambre ni estarás cansado, sino que mantendrás toda tu agudeza mental y estabilidad emocional porque habrás estabilizado tus niveles de glucosa. Tu control hormonal se basa en el equilibrio entre las proteínas y la carga glucémica en cada comida”, concluye el Dr. Sears.