El método molecular propone perder peso atendiendo al efecto que la combinación de alimentos provoca en nuestro cuerpo. Contar calorías resulta indiferente con el desarrollo de una alimentación consciente.
Se calcula que mil millones de adultos tienen sobrepeso en el mundo, cifra que podría superar los 1.500 millones si no se actúa para trabajar el control de peso y educar a las futuras generaciones en la importancia de alimentarse con cabeza. Nuevas evidencias científicas han venido demostrando, además, que el peso corporal condiciona el estado de salud de las personas, y que la primera prevención de algunas patologías degenerativas como la diabetes tipo 2, la hipertensión o el síndrome metabólico se realiza en la mesa. Por ello, parece necesario conocer nuestro cuerpo para alimentarnos de manera adecuada y garantizarnos un peso-forma sano y un metabolismo eficiente.
La cultura de la salud predominante hoy nos impulsa a pensar en los gramos de los alimentos a ingerir, y a calcular continuamente sus calorías. Sin embargo, existe una nueva corriente que defiende la eficacia de analizar la combinación molecular de los nutrientes (en lugar de su composición calórica) para preservar la salud, y recuperar y mantener un peso corporal adecuado. Al fin y al cabo, todos nos hemos preguntado alguna vez por qué dos personas que comen lo mismo asimilan los alimentos en el organismo de manera tan radicalmente distinta. Este nuevo enfoque recibe el nombre de “método molecular”. Su creador, el médico italiano y especialista en Ciencia de la Alimentación Pier Luigi Rossi, nos recuerda que la salud metabó- lica es el resultado de todas las acciones que los alimentos generan en el interior del organismo; así, el peso no representaría nada más que una expresión fenotípica de algo más serio. Si dos individuos desarrollan constituciones corporales diferentes a pesar de comer lo mismo es precisamente porque el peso y la imagen estética de cada uno nacen de la gestión metabólica de los nutrientes y del oxígeno que se respira dentro de las células humanas.
Se trata, pues, de abandonar el viejo concepto del cálculo de calorías, ya que no existen dentro de nuestro cuerpo. Recientes investigaciones en genómica han demostrado que los alimentos modulan la respuesta del ADN para orientar al organismo hacia un peso corporal sano. De esta forma, los nutrientes que forman parte de nuestra dieta deben proporcionarnos la energía que necesita el organismo, a la vez que garantizan nuestra salud y longevidad sin disminuir el placer de comer. Elegir esos alimentos equivale a elegir las moléculas que ingerimos (carbohidratos, proteínas, lípidos, vitaminas, minerales, etc.); lo que nos lleva a concluir que efectivamente podemos actuar sobre el control de la glucemia, la insulina y la lipemia, verdaderos responsables de la acumulación de peso y de algunas de las patologías con mayor prevalencia de nuestro tiempo.
De hecho, bastarían dos análisis (insulina y glucemia) para verificar nuestra salud meta bólica y establecer mecanismos que nos ayuden a mejorar el estado de salud general. Una atención que, además de favorecer la salud de la persona, permite prevenir patologías crónico-degenerativas, con lo que ello supone en términos de reducción de la tasa de mortalidad por un lado, y del gasto sanitario en los sistemas occidentales por otro.
Reglas de oro
Una vez sabemos que no importan tanto las calorías ingeridas como la correcta combinación de los alimentos consumidos, conviene repasar algunos consejos o pautas para mejorar nuestro metabolismo y no cometer errores:
• Comer con ritmo, es decir, cada tres horas, y escoger los alimentos para controlar el valor de la glucemia, la lipemia y, sobre todo, la insulina (hormona responsable de la acumulación de peso).
• Tomar vegetales en abundancia (fruta y verdura) y pescado. Las moléculas contenidas en estos alimentos pueden actuar sobre el ADN de los adipocitos, células grasas, y ayudarles a eliminar las acumulaciones de grasa.
• Evitar las dietas adelgazantes que llevan a la cetosis, causada por ingerir dosis muy reducidas de carbohidratos. La cetosis elimina agua y músculo, y somete al organismo a un proceso inflamatorio realmente dañino.
• Garantizar una adecuada y continua dosis de glucosa al cerebro y a todas las células para la formación de ácidos nucleicos (ADN y ARN), moléculas importantísimas porque ejercen un control primario sobre todos los procesos vitales. Éste es el motivo por el cual los carbohidratos, aunque en dosis controlada, no deben faltar nunca en la dieta (arroz, pasta, pan…).
• Mantener un estado antioxidante para que todas las células reduzcan el nivel de radicales libres. Los vegetales como la zanahoria, el pimiento o la remolacha aportan moléculas antioxidantes capaces de prevenir y retrasar el envejecimiento.
• Evitar el llamado “hígado graso”: necesitamos descargar el hígado del exceso de glucó- geno y de grasas alimentarias para perder peso, por ello es conveniente reducir la dosis diaria de carbohidratos y lípidos (aceite de oliva, pescado, queso, leche entera…).
• Adelgazar perdiendo sólo masa grasa, sin atacar la masa muscular y sin perder agua y masa ósea. Se evita así el síndrome de la adaptación metabólica, que conduce al bloqueo de la pérdida de peso en poco tiempo.
• Introducir al menos 30 gramos de fibra al día (provenientes de alimentos de origen vegetal) para gestionar la higiene y el bienestar intestinal. El “gel” que se obtiene en el intestino de la combinación entre agua y fibra hidrosoluble controla y limita la absorción intestinal de la glucosa, las grasas y el colesterol, a la vez que actúa sobre las bacterias intestinales.
• Garantizar un adelgazamiento gradual y continuo hasta conseguir el peso-forma deseado. La máxima es “empezar lento e ir despacio”.
• Mantener en el tiempo el peso-forma conseguido gracias al control de la dosis personal diaria de carbohidratos. Además, es importante realizar actividades motoras aeróbicas (pasear, correr, ir en bicicleta, nadar…) o ejercicios de resistencia (con pesas o gomas) para incrementar la musculatura.
Estos hábitos conforman la base de una nueva cultura de la salud; un punto de vista de partida orientado no sólo a la pérdida de peso, sino también al reequilibrio del metabolismo. Ignorar esto último es sinónimo de alimentar una tendencia poco aconsejable hacia la obesidad y el sobrepeso, patologías que pueden llegar a favorecer la aparición de complicaciones graves en nuestro organismo.