Una mala nutrición en la infancia aumenta el riesgo de padecer enfermedades en la etapa adulta. España se sitúa entre los países europeos con un índice más alto de sobrepeso en la infancia y adolescencia. También presenta una tendencia al alza en adolescentes con peso insuficiente. Uno de cada cinco niños entre los 8 y los 18 años presentan alteraciones en los niveles de colesterol.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que seis de los siete factores determinantes de la salud están ligados a la alimentación y la actividad física. Los primeros años de nuestra vida marcarán en gran parte nuestros hábitos de alimentación y las enfermedades que podríamos padecer en la edad adulta. De hecho, algunos estudios han apuntado en los últimos años que la nutrición pre y posnatal condiciona la salud a largo plazo y el riesgo de padecer determinadas patologías como puede ser la obesidad, el asma o la hipertensión.
Estos son algunos de los datos que recoge el primer Libro Blanco de la Nutrición Infantil en España, que se ha presentado hoy en Barcelona. La publicación, impulsada por la Cátedra Ordesa de Nutrición Infantil, conjuntamente con la Asociación Española de Pediatría (AEP), la Fundación Española de Nutrición (FEN) y el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF), hace un análisis global de la nutrición infantil, recoge los principales datos, sugiere recomendaciones y propone retos a abordar en el futuro.
La prevalencia de la obesidad infantil y juvenil en España sigue siendo alarmante y plantea un grave problema de salud, que conlleva un aumento en el riesgo de padecer enfermedades crónicas. La alimentación infantil en España se aleja del patrón de dieta mediterránea y recibe una clara influencia del modelo occidentalizado. Un tipo de dieta que podría estar claramente relacionada con la aparición de la obesidad por ser inadecuada y de baja calidad.
Los primeros años de vida son fundamentales
La alimentación del niño hasta los 3 años es clave para su salud nutricional, además es la etapa en la cual se empiezan a establecer los hábitos alimentarios que mantendrá durante su infancia y que garantizarán un crecimiento y desarrollo adecuados. También contribuirá a prevenir enfermedades como la obesidad, la osteoporosis o la hipertensión.
En la infancia la dieta ha de ser equilibrada e individualizada según el ritmo de crecimiento y los cambios corporales de cada niño. La lactancia materna es la nutrición prioritaria y más recomendada para los primeros 6 meses según los pediatras, por sus numerosos beneficios nutricionales, inmunológicos y psicológicos. Incluso es aconsejable alargarla hasta después del primer año, si es posible.
La alimentación complementaria debe introducirse hacía los 6 meses. Éste será un momento clave para establecer las preferencias alimentarias y educar el gusto de los más pequeños. A lo largo de la infancia, la alimentación del niño debe tener unas características según las necesidades de cada etapa. El niño no es un adulto en pequeño, es un organismo en fase de crecimiento y desarrollo, y esto marcará su alimentación y nutrición.
Los principales problemas de salud
La obesidad en la infancia es el principal problema de salud de los niños en el mundo desarrollado y la principal patología nutricional en esta etapa de la vida, con las repercusiones negativas que puede tener en la salud y bienestar a corto, medio y largo plazo. España se sitúa entre los países europeos con un índice más alto de sobrepeso en la edad infantil-juvenil, con una prevalencia de un 26,2% entre los 6 y los 9 años (25,7% en niñas y 26,7% en niños) y un 18% de obesidad (15,5% de las niñas y 20,9% de los niños).
Una alimentación desequilibrada, un estilo de vida sedentario, así como el bajo nivel socioeconómico o educativo son algunos de los factores de riesgo que pueden explicar las actuales tasas de obesidad en la infancia. Además, sólo una tercera parte de los adolescentes europeos alcanzan las recomendaciones de 60 minutos diarios de actividad física moderada.
Otro factor que ha influido en el aumento de estas cifras, es la organización actual familiar donde se comparte menos tiempo y, por tanto, los padres pueden tener menos control sobre las comidas e influir menos en los hábitos saludables de los más pequeños. La prevención y el diagnóstico de la obesidad, especialmente en los períodos críticos de su desarrollo, así como de las enfermedades asociadas, van a mejorar de manera importante, no sólo la salud del niño, sino también su salud cuando sea adulto y su calidad de vida.