Una de las principales consecuencias de la pandemia de la COVID-19 es un importante aumento del sedentarismo. El teletrabajo, los confinamientos perimetrales que nos impiden desplazarnos si no es por fuerza mayor, y el cierre de gimnasios y centros deportivos en muchas comunidades autónomas, entre muchas otras limitaciones, han provocado que nos movamos mucho menos y aparezcan molestos dolores de espalda
Es una realidad: la pandemia de la COVID-19 ha tenido importantes efectos sobre nuestra salud, en el sentido más amplio del término. Las autoridades nos recomiendan que salgamos lo mínimo posible y que reduzcamos la interacción social a lo estrictamente indispensable.
Es sin duda para beneficio de la sociedad evitar la propagación del coronavirus, pero el confinamiento ha provocado que seamos más sedentarios que nunca: desde los niños y adolescentes que no pueden entrenar en sus clubes deportivos hasta personas mayores que evitan salir a dar su paseo diario. Jóvenes que siguen sus estudios telemáticamente y, como no, una gran cantidad de personas adultas que han dejado de ir al gimnasio y que pasan más horas que nunca delante de las pantallas, ya sea teletrabajando o en su tiempo de ocio.
Todo ello, unido a “las malas posturas que solemos adoptar cuando pasamos tantas horas sentados y sin una actividad física saludable, acaba afectando a nuestra espalda”, afirma Pablo de la Serna, fisioterapeuta y experto en terapia de calor. Aparecen las contracturas y el consiguiente dolor.
¿Qué podemos hacer? Ante todo, prevenir. Aunque el trabajo (o los estudios) nos obliguen a pasar gran parte del día ante el ordenador, debemos descansar y movernos al menos cada dos horas y realizar estiramientos suaves (de brazos, de espalda, de cuello, de piernas…), levantarnos de la silla y pasear unos minutos por reducido que sea el espacio en que nos encontremos. Y, antes de empezar, a mitad o al acabar la jornada laboral, también es necesario obligarnos a realizar media hora al día de actividad física, más suave o intensa en función de nuestra edad o estado físico. ¡Estar en casa no debe ser una excusa!
Por descontado, tener la pantalla a la altura adecuada, utilizar reposapiés, reposamuñecas y una silla de trabajo en condiciones e incluso un cojín lumbar son grandes inversiones en salud laboral.
¿Y cuándo ya ha aparecido el dolor? Lo primero, no resignarnos a sufrirlo, ya que este nos afecta más allá de lo físico; influye también en nuestro estado emocional y nos limita en nuestra actividad diaria. Debemos tener en cuenta que el dolor de espalda, ya sea puntual o crónico, se puede tratar. La medicación, además, no es la única solución posible.
“Una de las opciones más naturales que existe para tratar el dolor de espalda y articular es la terapia de calor”, afirma Pablo de la Serna. “El calor acelera la reparación fisiológica de los tejidos dañados porque aumenta la elasticidad del colágeno, presente por ejemplo en los tejidos vasculares y en los músculos. Los efectos de esta terapia son, pues, el aumento del flujo sanguíneo, el alivio del dolor y la relajación de los músculos”, concreta el experto. Efectos que se refuerzan entre ellos haciendo de los parches térmicos, aplicados sobre la zona dolorida, una solución que produce un alivio prolongado de hasta 16 horas del dolor muscular y articular en la región lumbar, hombros y cuello. Fuente: Angelini Pharma