En la farmacia cada vez hay más complementos alimenticios. Pero, ¿sabemos qué y cómo recomendar junto a un tratamiento farmacológico?
Los complementos alimenticios son fuentes concentradas de nutrientes o de otras sustancias que poseen un efecto nutricional o fisiológico, y cuya finalidad radica en la complementación de una dieta equilibrada. Ayudan a conseguir un buen estado de salud en la medida en la que evitan la aparición de deficiencias nutricionales, y pueden mejorar pequeñas molestias relacionadas siempre con ese tipo de deficiencias.
Por su propia naturaleza, los complementos se pueden utilizar conjuntamente con distintos tratamientos farmacológicos previa recomendación de un profesional sanitario, quien se encargará de aconsejarnos los más adecuados. Algunos nos ayudarán a mantener una buena salud, otros disminuirán los efectos indeseables de algunos fármacos o, incluso, ayudarán a prevenir alteraciones nutricionales o fisiológicas debidas al tratamiento. Por eso podemos decir que, en ocasiones, los complementos alimenticios pueden llegar a ser muy útiles como coadyuvantes.
Para todos los gustos
En el caso de tratamientos de corta duración con prescripción de antibióticos, se recomienda el uso de probióticos, taninos y mucílagos para atenuar el riesgo de diarreas como consecuencia de las alteraciones de la microbiota intestinal generadas por dichos fármacos. Hay algunos consensos o publicaciones (como la Guía Práctica de la Organización Mundial de Gastroenterología: probióticos y prebióticos) que indican la existencia de una relación evidente entre el uso del probiótico S. boulardii (S.B.) y las diarreas asociadas a antibióticos, pudiendo acortar los días con esta afectación.
También queda demostrado la función coadyuvante de los probióticos en tratamientos para la erradicación del Helicobacter pylori. En todos estos casos, se aconseja tomar los probióticos separados de las comidas y por la noche, ya que el tránsito intestinal es más lento y el efecto es superior. Además, el farmacéutico puede aconsejar reforzar el sistema inmunológico a base de vitamina C, vitamina D, vitamina A, zinc, selenio, glutamina, etc. para no tener que tomar más antibióticos.
En este sentido, cabe decir que ningún complemento alimenticio puede sustituir la acción de un fármaco, y la propia sustitución podría entrañar riesgos para la salud si el fármaco está bien indicado y resulta realmente necesario para el paciente. Lo que sí puede ocurrir en alguna circunstancia es que el profesional médico determine el carácter innecesario de un fármaco concreto, y decida en su caso recomendar al paciente algún complemento alimenticio en combinación con una dieta saludable y cambios en su estilo de vida.
Por otra parte, la cantidad de fármacos involucrados en los tratamientos por resfriados o gripe suele ser bastante elevada:
antitusivos: algunos pueden provocar estreñimiento, por lo que se recomienda la ingesta de fibra, siempre separada de los fármacos.
analgésicos: irritan el estómago y dan sobrecarga hepática, sobre todo en ancianos y pacientes polimedicados. Se pueden complementar con aloe vera y N-acetilcisteina.
descongestionantes nasales: pueden tener un efecto rebote y provocar más congestión si se abusa de ellos. Sería recomendable el uso de agua hipertónica combinada con aceites esenciales.
antihistamínicos: provocan somnolencia, mientras que podemos echar mano de antihistamínicos naturales como la quercetina de la cebolla y el ajo.
La prevención de resfriados se verá reforzada con la ingesta de vitamina C, vitamina A, zinc, equinácea, arabinogalactanos y probióticos, además de adoptar hábitos higiénico-dietéticos (lavarse las manos con frecuencia, utilizar pañuelos desechables, airear lugares cerrados…).
El factor coadyuvante de los probióticos se ve también en los tratamientos por infecciones del tracto urinario, donde los fármacos más utilizados vuelven a ser los antibióticos (también los antiinflamatorios).
Tratamientos prolongados
Los tratamientos farmacológicos de larga duración también admiten la inestimable “colaboración” de algunos suplementos con el fin de reducir las consecuencias indeseables de ciertos medicamentos. Así, los dolores musculares causados por las estatinas pueden ser contrarrestados con el consumo de coenzima Q-10 durante un tratamiento hipolipemiante, de la misma forma que la levadura roja de arroz ayuda a mantener un buen nivel de colesterol en personas sanas.
Plantas como el aloe vera, la manzanilla, el malvavisco o el olmo vermicelli son indicadas para casos de gastritis, náuseas/dispepsias o úlceras provocadas por la toma de antiinflamatorios no esteroideos (tratamientos analgésicos), cuya ingesta diaria podría reducirse complementándola con ácidos omega-3, cúrcuma, harpagofito o boswellia. En los tratamientos antiácidos y sus casi inevitables problemas de estreñimiento, gases, náuseas y deficiente digestión de nutrientes, se ha demostrado la utilidad de la vitamina B12, el magnesio y el calcio.
La variedad de coadyuvantes para tratamientos anticonceptivos es prolífica: desde plantas drenantes como el diente de león (combate la retención de líquidos); el ácido fólico y la vitamina B para evitar un déficit de ambos; omega-3, taurina, luteína y vitamina A (contra la sequedad ocular); o protectores solares que prevengan un aumento de la pigmentación.
Las interacciones positivas de los complementos alimenticios con ciertos fármacos no pueden, sin embargo, ocultar que existen también interacciones o efectos negativos derivados de una suplementación no adecuada.
Como ejemplo de interacción en el que habría una disminución de la eficacia del tratamiento podemos citar la ingesta de suplementos de fibra junto a los fármacos. La fibra reduce la absorción de muchos de ellos, y esto puede entrañar un riesgo al disminuir la acción del medicamento en cuestión. Por ello, conviene siempre consultar con profesionales de la salud, expertos en la materia, que nos puedan asesorar al respecto.