A diferencia de la grasa normal, el tejido adiposo pardo convierte en energía los triglicéridos y glucosa circulantes en sangre influyendo de manera importante en el metabolismo energético. La epigenética condiciona la expresión o no de ciertos genes mediante la exposición de un individuo a determinadas condiciones ambientales, entre las que tiene gran importancia la alimentación; por lo que es en parte modificable, a diferencia de la genética.
La obesidad tiene un alto impacto en el desarrollo de complicaciones nutricionales y metabólicas. Actualmente, los esfuerzos en esta área están enfocados a la búsqueda de nuevas estrategias, tanto de tratamiento como de prevención. En este sentido, el papel de la grasa parda –a diferencia de la grasa normal, esta grasa convierte en energía los triglicéridos y glucosa circulantes en sangre- y la epigenética están siendo determinantes.
En concreto, sobre la grasa parda, “se está planteando el papel del tejido adiposo pardo, cuya existencia se ha descrito en los últimos años, ya que es un elemento que influye de manera importante en el metabolismo energético y puede ser decisivo para desarrollar nuevas estrategias terapéuticas y preventivas en relación con la obesidad”, ha explicado el Prof. Luis Moreno, del Grupo GENUD de la Universidad de Zaragoza, durante el simposio dedicado a los factores que determinan el desarrollo de la obesidad, celebrado por la Fundación Iberoamericana de Nutrición (FINUT) en el marco del XVIII Congreso Latinoamericano de Nutrición (SLAN), que ha tenido lugar en la República Dominicana.
Por otro lado, “los factores relacionados con la herencia determinan el 60% de la variabilidad en los indicadores de obesidad. Pero, con el conocimiento actual, solo somos capaces de explicar alrededor del 2% de esta variabilidad. Sin embargo, nuevos factores han sido descritos en los últimos años como la epigenética”, asegura este experto.
La epigenética es el conjunto de procesos químicos que varían según la predisposición de cada persona. Aquellas con más predisposición al sobrepeso, tendrán una mayor probabilidad de cambios epigenéticos.
“La epigenética condiciona la expresión o no de ciertos genes mediante la exposición de un individuo a unas determinadas condiciones ambientales, entre las que tiene gran importancia la alimentación. Por tanto, es en parte modificable (contrariamente a la información genética, que en principio no lo es) si sometemos al individuo a diferentes estímulos”, añade el Prof. Moreno.
El balance energético, la alimentación y la falta de actividad física son los factores que más influyen en la aparición de obesidad. Según este profesional, “el efecto de estos factores no es el mismo en todas las personas, sino que depende de algunos componentes genéticos. Ello plantea la posibilidad de proponer recomendaciones personalizadas sobre ingesta y otros estilos de vida”.
Asimismo, el ambiente uterino condiciona una serie de respuestas metabólica que programan al organismo para responder a los estímulos externos después del nacimiento. “Estas respuestas metabólicas pueden contribuir en algunos individuos al desarrollo de un acúmulo excesivo de grasa corporal, que empezará durante los primeros meses de la vida. También en estos meses, el tipo de alimentación (lactancia materna o artificial) condicionará la evolución de la composición corporal del niño”, afirma.
Riesgo cardiovascular
La FINUT también ha organizado el simposio “Impacto de la obesidad en la aparición de complicaciones asociadas al riesgo cardiovascular”, en el que, el Prof. Ángel Gil, Catedrático del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular II de la Universidad de Granada y presidente de la FINUT, ha asegurado que “se ha observado que el síndrome metabólico aparece en la infancia y adolescencia; sin embargo, todavía se discuten los criterios para su diagnóstico. En los últimos años han aparecido una serie de marcadores específicos, como la mieloperoxidasa, que pueden contribuir a aclarar este tema”.
Para este especialista, “tanto la obesidad como el síndrome metabólico se asocian a la presencia de una inflamación de bajo grado. Asimismo, también se asocia a la presencia de algunos estilos de vida poco saludables y, por lo tanto, la mejor comprensión de los mismos contribuirá al desarrollo de nuevas estrategias para evitar este fenómeno inflamatorio”.
Entre estas estrategias, el presidente de la FINUT señala que “se pueden considerar algunos componentes de los alimentos con elevado poder antioxidante, como es el caso del resveratrol. Se ha discutido de manera específica sus efectos a nivel del tejido adiposo y su papel en el desarrollo de la obesidad y sus complicaciones, como un modelo a valorar también en el caso de otros agentes antioxidantes naturales”.